María José Franco: «Si me ponen salsa en el chiringuito, no paro»
-¿Bailar de lejos no es bailar?
Actualizado:-Es como estar bailando solo (risas). Bailar pegados es bailar. Eso está claro.
-En las compañías hay buenos rollos, pero también competencia y zancadillas. Dejando a un lado lo políticamente correcto, confiéselo: alguna vez se ha sentido, sobre el escenario, Bailando con lobos.
-Sí, más de una vez, para qué negarlo. Pero una aprende a respirar hondo y a no dejar que la sangre llege al río.
-De pequeña andaba obsesionada con el flamenco. Todas las chicas de su edad con las fotitos de los New Kids y de Thake That, y usted aprovechando el recreo para taconear...
-Sí, es que esto ya me tiraba mucho. En Las Salesianas me llamaban La Gitanilla, porque iba a clase con el uniforme y los corales, bien grandes, en las orejas. Pero también tenía a mis ídolos en la carpeta, eh?
-Son las cuatro de la mañana, anda en el chiringuito, con una copita en la mano, y ¿qué tiene que sonar para que se ponga a bailar como una loca?
-Latino. Si me ponen salsa en el chiringuito, no paro.
-¿Las bailaoras hacen dieta?
-La mejor es bailar mucho, desde luego. No, yo no me privo de nada, aunque controlo el peso. Me encanta la paella, las patatas con huevo y los pimientos con melva.
-Con tanto viaje, tendrá mucho que contar en las cenas familiares.
-Imagínate. Once personas dando vueltas por el mundo. Hay mucho trabajo, pero también mucho cachondeo. En el Aeropuerto de Los Ángeles, que es enorme, dejamos a la violinista sola en la aduana y nos escondimos. La pobre se puso a llorar, y al rato nos enteramos que la detuvo la policía y le hizo un registro completo.
-¿Y si mañana le sacan un romance en las revistas del corazón?
-Me lo tomaría a guasa. A ese mundo no hay que darle tanta importancia. Pero vamos, que no me veo...
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