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Sidney 2008

Benedicto XVI ha estado en Sydney hace unos pocos días, se ha dirigido a la juventud mundial, y ha sido aclamado por miles de jóvenes, venidos de todas partes y especialmente de Australia. El fervor de esos jóvenes ha sido impresionante, y lo asombroso es que buena parte de ellos no son católicos. El Papa no ha engañado a esos muchachos halagándolos: el comienzo de las jornadas lo protagonizó un grupo de ellos transportando una cruz como aquella en la que le dieron muerte a Cristo.

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Les ha hablado de ley natural, de que la dignidad innata de las personas se asienta en su identidad más profunda como imagen del Creador y no en derechos negociados o admitidos en convenciones. Se refirió también a los deseos que llevan en el alma de belleza, verdad y felicidad, y de cómo sólo los van a saciar en ese Cristo que murió en la Cruz y resucitó.

Es llamativa la alusión al relativismo en los mensajes de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, quien ha comentado ahora que «hay algo siniestro que brota del hecho de que la libertad y la tolerancia se separan muy a menudo de la verdad. Todo ello se alimenta de la idea ampliamente difundida en nuestra época de que no hay una verdad absoluta que guíe nuestra vida. El relativismo, dando valor a todo sin discriminación, ha hecho que la 'experiencia' sea lo más importante». Una idea muy fuerte: «La vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias. Es una búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza. Con ese fin tomamos nuestras decisiones, ejercemos nuestra libertad y, en este caso, en la verdad, en el bien y en la belleza encontramos la felicidad y la alegría». Las palabras de despedida y la aclamación de los 300.000 jóvenes no fueron menos elocuentes: «Acercaos al amoroso abrazo de Cristo; reconoced a la Iglesia como vuestra casa. Ninguno está obligado a quedarse fuera ¿Que mediante la acción del Espíritu Santo los jóvenes reunidos aquí tengan la valentía de llegar a ser santos! Esto es lo que necesita el mundo, por encima de cualquier cosa». Benedicto XVI nos vuelve a dar motivos de esperanza y de optimismo, cuando tantos se empeñan en que vivamos tristes y sin sentido.

Isidoro Cobo Moreno. Cádiz.