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QUINTO. Raikkonen, en acción, durante la segunda sesión de entrenamientos del Gran Premio de Hungría. / EFE
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Fernando Alonso y Ferrari comparten incomodidad

Rueda más rápido en Hungría que los dos 'cavallinos', pero vuelve a ser superado por su compañero Piquet

J. M. CORTIZAS
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La crisis retiene en sus fauces a Fernando Alonso y los bólidos de Ferrari. No se puede exponer de otro modo lo que en un mundo tan empírico como la F-1 suponen los resultados, o la ausencia de ellos en este caso.

El asturiano ha tocado fondo en un curso que se ha torcido mucho más de lo que esperaba e imaginaba. Su perfil es el del famoso ?sacacorchos? de Laguna Seca, un cambio de rasante que enlaza con una bajada retorcida en la que días atrás Valentino Rossi elevó el riesgo a su máxima expresión.

Pero, para el español se parece más a una montaña rusa en la que no lleva el control de la maquinaria. Está a la deriva, al volante de un R28 que, para colmo de males, es ahora menos efectivo que el de su propio compañero. Aparente normalidad, pero sangre en ebullición para el bicampeón.

Porque el calendario ha superado su ecuador y se prepara para una traca final en la que el ?nano? no catará mecha. Ahora que ya ha abierto la versión más fenicia de la F-1 y se comienzan a anunciar renovaciones

(Kovalainen) y despedidas (Coulthard), amén de dispararse la rumorología al compás del ¿Qué serà?, se espera que todo el mundo eche el resto. El ovetense quiere y no puede y los dos Ferrari se dejan comer la tostada por un Hamilton que se viene arriba a golpe de victorias consecutivas y se defiende a dentelladas propias del tiburón en el que la fábrica de Maranello inspira el diseño de sus monoplazas.

El fin de semana en Hungría sólo acaba de empezar, pero es tan especial su trazado que la calificación se vislumbra como fundamental. Por ello, las sesiones de ensayos libres de ayer lo eran también en justa reciprocidad.

Mientras cerca del circuito había quien optó por encadenar chapuzones en un parque acuático vecino para paliar los efectos de los casi 30 grados traducidos en un bochorno justiciero, en la pista se alteraba sólo parcialmente el orden establecido. El líder Hamilton acabó reforzado tras marcar la mejor vuelta del día. Tras él, Nelsinho Piquet. Igual que en el podio de Alemania. En esta ocasión sin accidentes ni el ?safety car? de por medio. La siguiente loncha en el sandwich la puso Kovalainen y remató la rebanada Alonso, con los dos Ferrari -separados por una milésima- en esta ocasión a su rebufo. Un emparedado para muchos indigesto.

No sólo llaman la atención los resultados. También lo hace ver a Flavio Briatore dejar las dependencias de su equipo tras el almuerzo, cuando los bólidos llevaban ya veinte minutos de actividad en la segunda sesión libre de ayer. O verificar que después de sus quejas por haber respetado escrupulosamente la congelación en el desarrollo de las mecánicas -no como otros-, dejaron caer las voces autorizadas de la escudería del rombo-, Renault parece tener un motor más vitaminado que le permite superar a Toyota y Red Bull, e incluso a BMW y Ferrari, y acercarse, que no codearse, con McLaren.

Hoy todo puede cambiar, cierto. Pero las premuras inciden con su machacona estadística. Como la que recuerda que Alonso sólo ha logrado puntuar en la mitad de las carreras que ha disputado en 2008, camino como lleva de un año sin ganar y a punto de cumplir nueve meses sin darle un lingotazo al champán en el podio. O que a Ferrari le ha comido la tostada Hamilton en las dos carreras precedentes, sumando seis puntos más que los acumulados por Raikkonen y Massa, que son otros ocho añadiendo los de Kovalainen. Stefano Domenicali, il capo ferrarista, ha dicho que no hay crisis alguna con un tono que suena a todo lo contrario. Alonso tímidamente avanza una posible mejoría sobre la que no pondría la mano en el fuego. La incomodidad no la pueden disimular.