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CRÍTICA DE FLAMENCO

Había una vez... Jerez

Más que una comarca cantaora, Jerez es un estado de mente. Las calles que huelen a bodega, los caballos, el recuerdo de personalidades tamaño industrial Terremoto, Borrico, Paquera El jueves en el Baluarte de la Candelaria, dentro de la serie Jueves Flamencos organizada por la peña Enrique El Mellizo, y bajo el lema ¿¿Rasgo Flamenco!! (signos de admiración incluidos), más de mil personas acudieron para revolcarse en ese delicioso sentir.

ESTELA ZATANIA
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La velada empezó por lo discreto con el sobrino del Nano de Jerez, El Niño de la Fragua. Sus buenas maneras delatan vivencias reales de calidad, ingrediente principal para un cantaor, pero al joven Pedro Garrido le han sacado del horno antes de tiempo. Por malagueñas, tientos, tangos, siguiriyas, fandangos y bulerías con aires de la Plazuela, demostró tener más ganas que capacidad a pesar del sólido acompañamiento jerezano de Domingo Rubichi a la guitarra.

De la impecable estirpe de los Fernández Rincones, llegó Luís el Zambo acompañado por José Ignacio Franco. Los aficionados conocemos el historial: Luís se hartó de despachar acedías y chocos en su barrio de Santiago hace cosa de diez años, y en plena madurez probó fortuna como cantaor profesional. Esa feliz decisión se ha plasmado en uno de los cantaores más representativos de Jerez hoy en día. Precisamente su vocación tardía da lugar a la ausencia de artisteo, y una voz que sólo sabe decir verdades flamencas. También significa que puede haber actuaciones menos inspiradas, pero en esta ocasión el bueno de Luís entregó bulería por soleá (en Jerez los rancios dicen bulería pa escuchar), siguiriyas rematadas por la de su ilustre familiar, Juanichi el Manijero, fandangos, soleá y bulerías con alguna camaronada, pero puro Zambo.

Después del descanso, el cuadro flamenco de Diego de la Margara, tan querido en Cádiz por motivos futbolísticos más que artísticos, tomó el escenario con una colección de jóvenes artistas, y un repertorio limitado a bulerías. Será como lo que dicen del vino de Jerez, que pierde sabor cuando es sacado de su lugar de origen. Ni el veterano Diego logró emocionar, y la sensación colectiva de decepción rozó la vergüenza ajena.El gran Fernando Terremoto fue capaz de recuperar el honor jerezano. El hijo del padre mítico del mismo nombre, vino acompañado por el brillante guitarrista Alfredo Lagos con quien lleva años poniendo el punto flamenco en los espectáculos del genial bailaor Israel Galván. Hay un elemento de nostalgia por el padre: el torrente de voz lo recuerda, físicamente se parece mucho, el bailecito sembraíto Pero el hijo es un consumado profesional con personalidad propia, y logró poner el colofón perfecto con soleá por bulería, malagueña, siguiriyas y bulerías.