Prolongado ajuste
Los últimos datos sobre el aumento de la inflación y del paro, unidos al nuevo repunte del Euríbor, engrosan la inquietante cadena de síntomas desfavorables sobre la evolución de la economía española, cuando está a punto de cumplirse el primer año del estallido de la burbuja inmobiliaria en EE UU que detonó la crisis internacional. Las consecuencias de las restricciones crediticias derivadas de la desconfianza financiera, el paulatino incremento de los precios de los productos básicos y el declive que ya había comenzado a afectar al sector de la construcción en nuestro país tardaron en concretarse en un frenazo tan notorio como el que nos ha colocado al borde de un crecimiento inapreciable. Pero el hecho de que hayan pasado ya doce meses desde que empezara a declinar la bonanza económica refleja tanto la profundidad de la crisis como una duración de la misma más amplia de lo previsto, dado que aunque se lograra remontar a partir del segundo semestre de 2009, sus efectos perturbadores podrían extenderse a más largo plazo. Y es también el tiempo ya transcurrido el que pone en evidencia la parsimoniosa reacción del Gobierno, además de la necesidad de que las iniciativas ya impulsadas y las que se vayan a adoptar resulten eficaces no sólo para resistir los embates del acusado decrecimiento, sino para sentar las bases que permitan superar las carencias estructurales de nuestro modelo económico.
Actualizado:Varias de las estadísticas difundidas ayer corroboraron la entidad de esos lastres. Porque aunque la subida en julio del IPC armonizado hasta su cota más elevada desde enero de 1997 -el 5,3%- se explica por la carestía del crudo, el aumento del diferencial de inflación con la zona euro agudiza el endémico problema de control de los precios en España. De igual forma, las estrecheces que está provocando el Euríbor confirman una preocupante fractura entre las expectativas creadas por una economía condicionada por la especulación inmobiliaria y las capacidades financieras reales de las familias; una brecha cuya constatación urge un cambio de modelo, pero también una gestión responsable por parte de los ciudadanos de sus propios recursos. Con todo, es indudable que el peor parámetro de todos es el incremento del paro, el más notable de la Unión Europea y que podría alcanzar el 14% en 2009 según el pesimista augurio formulado ayer por el BBVA. La imposibilidad de acelerar un cambio en el sistema productivo que propicie la rápida absorción por otros sectores de todos los empleos que suprimirá la construcción obligará a moderar los salarios a fin de contener la pérdida de puestos de trabajo. Pero también apela al Gobierno a arbitrar los mecanismos precisos para que la inversión empresarial de futuro pueda salvar la contracción en el crédito y a los empresarios para que favorezcan las innovaciones que incentiven el valor añadido y la competitividad.