Opinion

Llamada de ultramar

La globalización produce efectos indeseables, algunos de los cuales perturban nuestras ansiadas vacaciones. En el sacrosanto período de la siesta resuena estrepitosamente el teléfono fijo en todas las habitaciones de la casa, despertando a sus traspuestos habitantes de su soporífero letargo, tan necesario como merecido. Concretamente a mí me abducen desde mi más placentero sueño hasta el auricular donde escucho una voz de ultratumba que me pregunta si soy yo mismo, con mi nombre y dos apellidos correctos (pero mal pronunciados), y si mi teléfono es el que acaba de retumbar desbaratando toda la paz doméstica. Contesto que sí, y sin pausa ni respiro me ofrecen un cambio de empresa de telefonía, por tercera vez en menos de una semana, y tercera alternativa, cuando apenas han transcurrido unos días desde que me decidí por la actual en esta residencia de veraneo.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Esta vez acierto a preguntar quién me llama, desde qué continente y si, entre todo lo que parece conocer de mí, sabe dónde demontres me encuentro. Apenas balbucea una respuesta cuando le interrumpo y le informo que aquí y ahora (mar Mediterráneo y 4 de la tarde) respetan la siesta hasta los vendedores ambulantes. Ruego a estas compañías abandonen estas agresivas, inoportunas y, supongo, infructuosas campañas de captación de clientela porque nunca olvido a quien, sin necesidad, me desvela de una siesta veraniega.

Miguel Aguirre.Jerez