El triunfo de la honestidad
El triunfo de Carlos Sastre en el Tour de Francia, la carrera ciclista más importante del mundo, es un gran éxito para el esforzado corredor abulense y supone un valioso contrapunto para un ciclismo como el español bajo sospecha después de que la organización del Tour prohibiese la participación de Alberto Contador y dos corredores nacionales fueran excluidos en plena carrera por sospechas de dopaje. En medio de un convulso pelotón en que de un día para otro una firma comercial anunciaba su retirada del patrocinio y el padre de dos ciclistas profesionales era registrado a punta de pistola en busca de sustancias dopantes, la gesta de un honesto ciclista como Sastre, en el último tramo de su carrera como profesional, supone un ejemplo de superación de carácter moral y deportivo. El hecho de ser el tercer español que de forma consecutiva gana el Tour demuestra también que la cantera ciclista española continúa dando sus frutos. Sin embargo, los dos positivos de Beltrán y Dueñas, el uno con toda la carrera por delante y otro un veterano al borde del retiro, advierten sobre el riesgo de que los futuros deportistas puedan caer en la tentación de buscar atajos a la gloria. La gran tradición deportiva del ciclismo español en la ronda francesa que recoge los éxitos desde Bahamontes a Indurain no puede quedar enfangada por profesionales indignos de llamarse deportistas. Pero la responsabilidad sobre la limpieza de esta disciplina en España no recae exclusivamente en los integrantes del pelotón sino en autoridades deportivas, marcas patrocinadoras y directores de equipos.
Actualizado: GuardarDesde que explotase el escándalo Festina, hace diez años, la lucha contra el dopaje y el juego limpio vienen manteniendo un pulso para detectar a los tramposos y excluirlos del pelotón con penas cada vez más duras pero con resultados discontinuos. Porque el éxito en esa tarea requiere, no solamente someter a los ciclistas a una profusión de controles como escuda la autoridad deportiva española, sino que reclama el perfeccionamiento de las técnicas de laboratorio para que la tecnología de los perseguidores nunca sea inferior a la picaresca delictiva de los defraudadores. La trayectoria de Sastre ha sido ajena a esos factores que conducen a transgredir las reglas del juego limpio. Con doce años de ciclismo profesional en sus piernas ha alcanzado a los 33 años la ilusión de su vida. Y lo ha hecho como los grandes, consagrándose en la etapa de subida de Alpe d'Huez con toda la afición premiando su tenacidad, ilusión y espíritu sacrificio.