Inmovilismo cubano
El discurso del presidente de Cuba, Raúl Castro, en la conmemoración del asalto al cuartel Moncada que abrió camino, hace 55 años, a la revolución castrista, ha enfriado las expectativas de transición desde el poder que se habían creado al calor de algunas reformas aceptadas por el régimen en materia de empleo, propiedad y acceso a Internet. El hermano del dictador defraudó las expectativas generadas hace un año en su discurso de Camaguey de dar paso hacia un modelo de liberalización económica y rigor en el control político. Porque no es buena señal que Raúl Castro opte por agitar el fantasma del peligro imperialista anunciando, que gane Obama o Mc Cain, la isla no descuidará su defensa. Hace un año Raúl ofrecía al dirigente afroamericano el ramo de olivo en un signo inédito de cierta voluntad de apertura del régimen. Ahora, la reconstrucción del viejo cliché antiamericano cierra de un portazo la esperanza de que un proceso de diálogo Washington-La Habana, con el candidato demócrata, podría haber colaborado a desbloquear el divorcio de tantas décadas.
Actualizado: GuardarPero los prometidos cambios en el tejido socio económico cubano tampoco acaban de llegar. Si el frustrante discurso del hermano-presidente significa que se ha agotado ya el combustible de las reformas o que el miedo al cambio ha atenazado la incipiente voluntad reformista de una parte de la cúpula comunista se confirmará en los próximos meses. Pero todo indica que el sistema tiende a enrocarse sobre si mismo recurriendo al enemigo exterior y a la épica castrista para sojuzgar las esperanzas de cambio. España ha sido durante años la potencia abanderada de buscar fórmulas blandas para facilitar una evolución que algunos presagiaban. Los resultados son muy magros y, en una coyuntura histórica que apunta el final de Fidel Castro, la comunidad internacional debe encontrar la vía para persuadir al régimen de que la única salida que garantiza el futuro para el pueblo cubano es la apertura hacia la libertad.