La gran prueba
Nadie sabe cuál será la magnitud de la crisis. Los expertos están asustados. No son capaces de calcular el endeudamiento de las empresas. Se sienten más seguros en las previsiones del paro. Los tres millones están a la vuelta de la esquina. ¿Y después? ABC sobrecogía a sus lectores al titular en primera que «más de medio millón de familias tienen a todos sus miembros en paro». La juventud está condenada por dos o tres años. Pero el miedo o, en muchos casos, el pánico tiene que ver con el pago de las hipotecas.
Actualizado: GuardarEl mercado de la vivienda se ha desplomado. El profesor Velarde ha sido el primero en utilizar este término del desplome. Nos venía advirtiendo hace tiempo acerca de unos males estructurales que algún hecho, como el encarecimiento del petróleo, podría convertir en estructurales.
La crisis económica, en sus peores versiones de recesión y estanflación, va a hacer aflorar la crisis moral que venía ocultando o disimulando el bienestar material. Desaparece la estandarización de lo superfluo con la que se intentaba compensar las frustraciones morales. La sociedad española va a ser sometida a la prueba de la elementalidad. En esta situación va a sonar especialmente mal la moral de la tolerancia y la ausencia de esfuerzos que se venía predicando en los centros de educación. Los dispendios económicos, sexuales y lúdicos cuyas consecuencias terminaban saldándose a costa de los padres, el Estado y la productividad van a contar, en los tiempos de penuria que se nos echan encima, una interpretación menos generosa.
Para algunos moralistas estamos ante una prueba del sistema que resultaba necesaria y que va a poner las cosas en su sitio. La sociedad había llegado demasiado lejos, era excesiva la irracionalidad. Las críticas al consumismo, propias de lo que se llamó el neocapitalismo, a comienzos de los años setenta, han sido consideradas escrúpulos de gentes ya trasnochadas. Todo ese proceso de acumulación de lo inútil está ahora en cuestión y lo están los defensores mismos de ciertas teorías como la del rechazo radical a la energía nuclear. Hemos jugado a ricos nuevos y vamos a pagarlo. Estamos ante la gran prueba.