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MIRADAS AL ALMA

Aparicio, naturales arabescos

A veces, sólo a veces, en un detalle se puede cristalizar toda la verdad artística clásica. De hecho, todos podemos apreciar cómo nuestros más hondos recuerdos están plagados de suspiros y detalles escuetos sutiles. En el toreo, los detalles a veces cuentan tanto o más que densas faenas. Muchas salidas a hombros cuentan como efímeros y sólo estadísticos éxitos, mientras que algunos privilegiados, con un solo quite se han inmortalizado para la eternidad. De esto y del más allá saben más que nadie los llamados toreros artistas, pues son quienes en la historia han sabido escribir los más bellos pasajes con menos tinta.

JESÚS SOTO DE PAULA
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Atisbos de toda esa espiritual idiosincrasia de venires y sentires pudimos vivir esta temporada en Las Ventas, cuando un Julio Aparicio vestido de Paula logró eclipsar con su muleta al sol madrileño para rescatar sombras y nubes arabescas en el albero. Por su sangre corren compases bailaores y raza torera; eso pues, le viene de casta. Cierto es que no termina de rematar lo que todos esperábamos de él hace ya mucho de novillero, pues hasta en sus grandes faenas a veces no le he visto definido, como buscándose a sí mismo sin encontrarse; pero es un torero de dulce espera, de desesperanzas y andanzas fieles a su persona. Tuvo Aparicio en Madrid unos esperados desmayos por naturales donde la relajación creó emoción, donde la espera, su espera, se hizo calma; donde su muñeca quiso retener el tiempo como dedos que acarician el ir y venir de olas de mar que son cuernos de marfil. Torero de relámpagos indecisos que atesora empaque principesco.

Torero que transmite esperanzas por volver a sentir el regusto del toreo bueno, aunque sean detalles o gestos. Hoy por hoy, es de lo poquísimo que da naturalidad y singularidad al toreo. Un Julio Aparicio que atesora buenos ecos.