'American dad'
Si quiere usted que sus hijos le desprecien, hágales ver American Dad; Antena 3 coopera. Uno de los más impresentables desmanes de la televisión española es esa manía de presentar las series de animación para adultos como aptas para todos los públicos. La pionera es Los Simpsons (sin duda, la de mayor calidad), en Antena 3. Luego, en la misma cadena, llegó South Park, que tras la inevitable escandalera terminó relegada a la madrugada. Más tarde se repitió el proceso con Padre de familia, ahora en La Sexta, canal al que ya se le ha abierto un expediente por los excesos de esa serie. Lo último es American Dad, nuevamente en Antena 3.
Actualizado: GuardarEsta serie ya pasó hace un año por el access prime time -la primera hora de la noche- de la cadena, de modo que lo que tenemos ahora en pantalla no es retorno, sino reincidencia. American Dad es una creación del mismo tipo que hizo Padre de familia, Seth MacFarlan. Su argumento es muy simple: se trata de cubrir de mierda al votante republicano medio y, por extensión, a cualquier modelo de vida tradicional. Así, el guión escoge como protagonista a un empleado de la CIA que acumula todos los pecados: fascista, racista, homófobo, patriota, etc. A partir de ahí se dibuja un mundo donde la gente debe imperativamente ponerse a cubierto de la derecha, ese protervo enemigo universal, y de paso la familia queda reprobada como nido de podredumbre y paranoia.
No sé por qué la prensa progresista española dice que el planteamiento de American Dad es políticamente incorrecto. Al revés: lo que causaría escándalo, sobre todo en países como España, sería que el argumento ensalzara los valores del patriotismo, la familia, la religión y la paternidad. Pero lo que esta serie ensalza es todo lo contrario, o sea, lo mismo que hace ahora todo el mundo. Es verdad que American Dad abunda en exabruptos, pero no nos equivoquemos: eso no es incorrección política, sino, simplemente, vulgaridad. Es por cierto esa vulgaridad lo que hace la serie, apta para adultos, no lo sea para público menor en ningún país del mundo excepto en España, donde a las cadenas se les tolera que orinen en cualquier parte.