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PRUEBA. Operario prueba la nueva maquinaria para descorche. / A. R.
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Arrieros, cargadores y algo más

Los peladores con su trabajo mantienen viva en la provincia una tradición con siglos de historia

A. ROMERO /
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Los obreros que realizan las labores de descorche realizan la pela y apilan los trozos de corcho, que serán trasladados mediante caballería, por los arrieros, para más tarde pesarlos y clasificarlos en el patio. Allí los reciben los pesadores y el fiel y se prepara para ser transportado a los manufactureros. El corcho pesa un 15 % más recién extraído, ya que a los días siguientes pierde la humedad del mismo.

Las labores se llevan a cabo en grupo de dos personas, colleras de peladores, que suelen producir entre 400 y 800 kilogramos por día. Varios grupos de colleras son supervisados por un capataz o manijero y, además, por cada tres parejas de peladores hay un rajador, que va preparando las panas partiéndolas al tamaño adecuado para su transporte (entre 90 y 110 centímetros suele ser lo habitual). También suele haber recogedores que amontonan el corcho y arrieros que lo transportan a la pila, situada en lugar seco y con sombra y en donde se separe el corcho bornizo del de reproducción.

Durante el descorche, el pelador debe de evitar los hachazos en la casca ya que los mismos pueden producir heridas importantes al árbol. Los hachazos son señal del mal pulso del corchero y las roturas son desprendimientos de la raspa al intentar sacar un corcho que no se desprende con facilidad. Las roturas cicatrizan difícilmente y facilitan el ataque de plagas y hongos.

Todos estas tareas forman parte de una vieja tradición que acumula siglos de historia y que pervive gracias a las cuadrillas que año tras año acuden al monte a la pela de los árboles.

De calidades

El corcho está formado por células muertas y huecas de la corteza. Es característico en él su baja densidad y elasticidad, su impermeabilidad, su capacidad de aislamiento térmico y su resistencia, lo que le hace un producto susceptible de múltiples usos.

No hay normativa clara que defina su calidad, aunque se tienen en cuenta características como: la porosidad, la textura, el color, la finura del grano y el calibre o grosor.

Pero para que esta tradición perdure, la Consejería de Medio Ambiente está imponiendo una serie de medidas para que los parques de alcornocales sufran el menor impacto posible. Por ejemplo: se ha optado por retrasar un año la pela en las fincas públicas, de modo que se produzca cada diez años. También se está bajando la altura del descorche y se están dejando algunos árboles sin tocar.

Estas actuaciones reducen los beneficios pero la Consejería entiende que debe de anteponerse los valores ambientales a las cuestiones económicas.

No obstante, Miguel Ortega, agente de Medio Ambiente, entiende que una pela bien hecha puede ser hasta beneficiosa para el árbol: «Venimos comprobando que suelen producir más cantidad de bellotas en el año del descorche».

Ortega también achaca los problemas que padecen los alcornocales a la falta de lluvias y de regeneración de los árboles que van muriendo. Los que están en el Parque Natural «si tienen menos de 800 litros de agua de lluvia al año, de manera continuada, no se encuentran aptos para la pela». Además, la seca está disminuyendo la producción entre un 5 y un 7 %, aunque en algunas fincas han llegado a perder hasta el 50 %.