Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
CRÍTICA DE TV

Everest

Cuatro tiene desde hace meses un programa de aventura que se llama Desafío extremo y que conduce, narra y protagoniza el escalador y piloto leonés Jesús Calleja. El género es bastante inusual en la televisión española. Desde los tiempos pioneros de Miguel de la Quadra-Salcedo, lo más notable que se ha hecho aquí en ese terreno es Al filo de lo imposible, el ahora fenecido programa de Sebastián Álvaro en TVE, que por calidad y constancia se ha convertido en una referencia ineludible.

JOSÉ JAVIER ESPARZA
Actualizado:

Con esos antecedentes, lanzar un programa de aventura en nuestra pantalla no deja de ser una osadía pero hay que decir que lo de Jesús Calleja en Cuatro está bastante bien: los escenarios escogidos siempre son hermosos, sus relatos están narrados con eficacia y el público pasa un buen rato, incluso el que no es aficionado. Un rasgo singular de Desafío extremo es que no siempre sus desafíos son extremos. Ha habido algunos retos que están al alcance de cualquiera que se halle en buena forma física y tenga dinero para pagarse la logística. Otros, por el contrario, son palabras mayores, y a esa familia pertenece la historia que nos contaron este fin de semana: una subida al Everest.

El techo del mundo sigue ejerciendo el atractivo inmenso de sus 8.848 metros (3,5 metros menos, según los chinos). Los que han estado allí dicen que no es una montaña técnicamente difícil, pero la falta de oxígeno y el riesgo meteorológico la hacen temible; será cosa de pasarse por allí, a ver si es verdad. Jesús Calleja lo hizo y nos dejó un buen programa: complicaciones de intendencia, congelaciones, cambios de tiempo, deserciones masivas y un puñado de decididos que ataca la cumbre desafiando la predicción meteorológica. Esto último es lo que nunca hay que hacer, pero, si suena la flauta, entonces la música es gloriosa. Calleja tocó la flauta en Cuatro: narró la aventura con vehemencia, se emocionó con su relato, lloró y transmitió muy bien la nuez del alpinismo, que es la alegría inefable de la cumbre. Entre las banderas de oración tibetanas y el Inshala de un alpinista iraní, que también dijo Viva Jesús, Calleja tocó la cima más alta. Buena historia.