Pasa siendo el mosto que riega el norte de Jerez
La Avenida del Mosto es un referente que cruza las más importantes barriadas del norte de la ciudad
Actualizado: GuardarNació cuando apenas había unos viñedos por un lado y, por el otro, trochas con caminos polvorientos que llegaban a los campos de los alrededores. Suelo de albariza, terrones de arena blanca que se arremolinaban hasta que un día llegaron las máquinas excavadoras. De viñedos se pasó a naranjos, que son los que todavía hay por ambos lados de las aceras, y a los bloques grises que quedaron construidos bajo el mismo nombre. De los viñedos que andaban allá por donde comenzaba apareciendo el colegio de los Salesianos, tan sólo quedaron los nombres de las calles que se construyeron. Mosto le pusieron a la avenida, y, desde hace al menos cuarenta y cinco años, así se llama.
Nace en Los Naranjos, casi a la entrada a la castiza barriada de San Juan de Dios. Por allí anda la farmacia de Juan XXIII, que se abrió poco después que la barriada. Tuvo que ser alguien cercano a Lourdes Ríos , licenciada que regentó durante años el negocio, quien corrió por primera vez el cerrojo de la puerta. De eso hace ya treinta y seis años. Y no fue Lourdes porque estaba pariendo a su hijo Jesús. Ahora, Jesús Díaz junto con su hermana Lourdes, llevan la farmacia porque el oficio de farmacéutico imprime carácter y se hereda de padres a hijos. «Tuvimos que diversificar el negocio ya que de las aspirinas está cada vez más difícil vivir. Los medicamentos son regularizados a la baja cada año. Así que nuestros márgenes de beneficio también disminuyen», comenta ahora Jesús. La farmacia se ha convertido en ortopedia y también en óptica. El negocio forma ya parte de la fisonomía del paisaje. «La gente de aquí tiene mucho encanto y mucho arte. Lo mismo te entran en Navidades y te cantan un villancico que en Semana Santa se entona la saeta. Hay muchos flamencos y mucho arte», subraya Jesús, que ha dejado por unos minutos las recetas para atender al reportero. En la farmacia de Juan XXIII pocos males existen que no tengan remedio.
Mientras los auxiliares buscan entre los cajones las medicinas recetadas, algunos se apostan en la famosa parada del autobús. «Son varías líneas las que pasan, hijo», comenta una señora que se a puesto guapa para bajar al centro. «La línea 9 te lleva por todo Jerez, y la 3 es la que va al mismo centro», señala. Un señor con bastón parece un tanto extrañado porque alguien pregunte por los autobuses que pasan. Masculla algo así como: «Cuál va a pasar, pues el de circunvalación a las siete y media».
La avenida del Mosto hace una «S» por la parte que rodea a Los Naranjos y se mete en Juan XXIII. Más o menos por aquella zona habita uno de los bares más antiguos de la zona norte de Jerez.
Una copita
Se trata del bar La Bodeguilla que ahora lleva David Sepúlveda. «Mi padre se hizo con esto hace ya muchos años. Pero antes también lo trabajaba. Pertenecía a Bodegas Cala y cuando la bodega decidió dejarlo pues le hizo una oferta a mi padre. Así fue como lo cogimos nosotros», comenta David. El trajinar de copas de fino es algo muy de la casa. Los señores clientes entran por una puerta que da al centro de la barriada, se tiran al coleto un copita, y salen por la avenida del Mosto. Cuando el levante obliga al cliente a volver a la Bodeguilla para refrescar la garganta, se entra por la avenida del Mosto y se sale por la puerta que da al centro de la barriada. «Es un bar muy del barrio, con gente encantadora y muy de Jerez», apostilla David.
El Prendimiento
Rogelio también era de los antiguos en la zona. Abrió una papelería y le puso el nombre de su hermandad, de la cual después sería Hermano Mayor. Todo aquello ocurrió hace unos cuarenta y tres años. Desde entonces, la gente del barrio está más informada que nunca, pues la prensa diaria se esparce por el mostrador. Y algún milloncejo que se habrá dejado caer alguna vez porque también se venden «quinielas», como dice Loli Vázquez. Loli es un poco el alma mater de la papelería. Llegó con tan sólo catorce años al mostrador, y todavía no se ha ido. «Muchos años, pero todo lo que puedo decirte es bueno y positivo», comenta. Y no lo hace porque esté el jefe delante, Ernesto Martínez asiente con la cabeza y subraya lo que comenta Loli. «Comenzamos los dos muy jóvenes aquí. Mi hermano Rogelio la tuvo cerca de aquí y en los finales de los setenta llegamos a la avenida del Mosto, cuando aquí apenas había nada. Ahí atrás había viñas y por el otro lado caminos que llegaban a fincas y campos», recuerda Ernesto.
Son negocios que ya no se entienden sin la avenida, o la avenida quedaría mutilada si alguna vez cerraran sus puestas. «Bueno todo eso es muy bonito, pero aquí prácticamente abrimos todos los días del año. Cuando la papelería podría cerrarse hay que abrir porque hay prensa y si no las quinielas. El caso es que se cierra dos días al año», comentan Ernesto y Loli casi al unísono. Resignación. Y como también hay libros escolares, pues el verano también suele ser la mar de entretenido por aquello de que hay que ir haciendo los pedidos para el curso que empieza. Prendidos a la papelería, se podría decir. Prendidos al barrio que han visto crecer en estas cuatro décadas.
El Mosto va llegando a Icovesa. La conocida zapatería de Maribel, que, tras dura tarea y dedicación, ahora tiene varias tiendas en Jerez, la frutería de Adeli, la pescadería y, muy importante, el juego de la petanca que se practica todas las tardes con la fresquita. «Es un juego que nació en Francia», nos informa un vecino. Ventura, que al parecer esta tarde se ha perdido, es el encargado de abrir y cerrar simpático lugar con sus vallas y todo. El frescor de las copas de los árboles invita a tirar la pesada bola y a echar un rato de diversión.
Dejamos a los aficionados a la petanca con sus partidas mientras seguimos ensimismados con la actividad de la avenida del Mosto. Un mosto que cruza Icovesa, Los Naranjos, Juan XXIII, La Coronación y llega hasta la Sagrada Familia. Avenida que tiene el privilegio de llevar por nombre el embrión mismo de lo que es Jerez.