CUARTO DE PALABRAS

Romance del regenerado

En apoyo del turismo y el Carnaval en verano... ¿Romancero gaditano! Clá clá: Donde la noche es vigilia de botellón y narcóticos que converge en el día, porque no sea caótico, un control de policía delante justo del Náutico (se me antoja un sitio práctico), cuida que haya armonía... Clá clá. Paro. Y no voluntariamente, me han parado cuatro agentes, cuatro ángeles custodios... Velan por mi con amor, aunque mí (es un error) interprete que es con odio cuando el cono iluminado como espada vengadora, viendo el hueco del que sale, me indica, Te toca ahora (clá clá...)

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Vengo de la plaza España, no me he tomao ni una caña, no marcho a ritmo ¿¿fun!! ¿¿fun!! mi coche es del Cuéntame, y ahora que me cae en la cuenta, desde el pebetero a aquí, yo no he pasao de treinta... (todo se vuelve pregunta), y si voy por este lado no es porque vaya a La Punta (Dios me libre del pecado), por nada del mundo entero, yo voy para el Mentidero... (todo se vuelve cuestión). Clá clá.

En desaceleración (hasta el lenguaje es prudente) como el código me ordena, advirtiendo la faena porque se entera la gente, le doy al intermitente (clá clá clá...) y paro junto a la acera donde me espera el agente y me ripia el buenas noches, «a ver, papeles del coche». «¿Qué he hecho?», le pregunto mientras me clava una denuncia con su boli azul, «...el cinturón». El miedo de mí se aleja, ya me quedo más tranquilo (se me estaba yendo el kilo...) Moraleja: Es humana condición caer en la dejación; empieza en el cinturón (¿acaso el asunto feo es el alcohol, el crac, el jaleo, la bronca en la discoteca...?) y terminas un buen día por no pagar la hipoteca. Así que a nadie se oculta que cascándote la multa (angelical penitencia) quita un peligro en potencia. Advierto, por otro lado, que este puñado de euros, a mí, me ha regenerado... (mi agradecimiento a las fuerzas vivas de la ciudad). Clá.