La cara colorada
Actualizado: Guardarace unas tres semanas que el padre de mi amiga Martiña me abrió los ojos con respecto a nuestro ombligo. Me comentó que el año pasado, mientras caminaba por el paseo marítimo de una importante ciudad costera, pudo observar al amanecer, cómo cientos de chavales entre 12 y 16 años, practicaban el deporte rey en la lisa arena de la bajamar. Venían a ser como 6 ó 7 campos de fútbol con sus porterías dispuestas con sus correspondientes redes y hasta su árbitro implantando las reglas de juego. Mi sorpresa fue aún mayor cuando me contó que todo ésto lo organizaba el equipo de primera división de esa ciudad para encontrar de este modo nuevas perlas procedentes de la cantera. Este año la sorpresa se la ha llevado él, al comprobar que también al amanecer por la bajamar de la playa de la Victoria se encontró con dos piteros, algunas personas andando, alguna que otra madrugadora sombrilla, pescadores en acción, un partido de fútbol de las viejas glorias de aficionados gaditanos y, cuando se quiso dar cuenta, su paseo se convirtió en una carrera de 3.000 metros obstáculos al tener que sortear botellas de tinto con casera, de coca cola (light por supuesto), paquetes de patatas, al tiempo que veía cómo las latas de cruzcampo se contoneaban por la orillita. No pudo evitar comparar y preguntarse cómo es posible que los organismos competentes permitan tal dejadez en uno de los rincones más turísticos del verano; porqué no se ataja el problema antes de que vaya a peor; porqué no se fomenta una mayor participación de los jóvenes de nuestra ciudad para que utilicen la playa para jugar al fútbol y no para ensuciarla. Me gustaría que esta crítica, que procede del exterior y que me puso la cara colorada, sirva para que a quien corresponda se dé por aludido y se espabile. deportes@lavozdigital.es