ESCOLTADO. Rafale Ricardi accede al portal de la casa de su hermana bajo la mirada de una patrulla de la Policía Nacional . / ÓSCAR CHAMORRO
Ciudadanos

Ricardi se reencontró con su hija a las 23.30 de la noche tras ocho horas de viaje

El barrio de La Vid se echó a la calle para recibir a Faluqui, como se le conocía cariñosamente en esta zona de El Puerto «Estoy bien, gracias» fueron las únicas palabras del ex reo

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Cuando el coche de la abogada de Ricardi abandonó el recinto penitenciario con el portuense en su interior, existía la duda de que el regreso fuera inmediato o, en cambio, se postergara un día más dada la distancia que hay entre Salamanca y Cádiz. Por eso, un equipo de LA VOZ le siguió por carretera hasta que abandonó Salamanca y se adentró en dirección a Extremadura. El vehículo hizo una parada inesperada en el arcén, el joven que acompañaba a la abogada se bajó del vehículo para coger el petate pesado que guardaba las cosas personales del portuense y lo volvió a situar en el asiento trasero, junto a Rafael, que necesitaba coger algo. En ese momento, la abogada volvió a insistir que no iban a hacer ningún tipo de declaraciones hasta que se celebrara la anunciada rueda de prensa. Tenían previsto hacer el camino de vuelta con una única parada para repostar y tomar algo. Desde la luna trasera se podía ver al ex recluso más animado, charlando con sus acompañantes y mirando constantemente por las ventanas. Después de 13 años, se trataba de sus primeras percepciones del exterior sin estar custodiado por ningún agente y con las muñecas libres de esposas.

El regreso en un vehículo particular le evitó hacer el viaje en tren. Como a cualquier recluso que sale en libertad, el centro penitenciario le tenía preparado un billete de tren, en segunda clase, para que pudiera volver a su ciudad natal, pero finalmente no tuvo que utilizarlo.

Antes de que llegara a El Puerto, los medios volvían a hacer una nueva guardia en la puerta de la casa de su hija, donde debe afincar su hogar según han acreditado ante el juez. Y por tercera vez, su letrada insistió vía telefónica que tratarían de evitar un nuevo contacto con los medios, ya que no quieren que en sus primeras horas en libertad se enfrente a los periodistas y sus preguntas.

«Bienvenido Faluqui»

A las 22.00 horas, Macarena, su hija, salía de su casa para dirigirse a casa de su tía donde se encontraría con su padre. Nerviosa y con brillo en los ojos fue en busca de su padre, a quien casi tiene que comenzar a conocer después de tantos años de separación. «Bienvenido Faluqui», como familiarmente conocen a Rafael Ricardo. El barrio de La Vid se echó ayer a la calle para recibir al portuense que lleva casi 13 años en prisión por un delito que no ha cometido. El viaje desde Salamanca a su ciudad natal y a la libertad ha sido largo, pero su abogada aseguró que Ricardi ha disfrutado que cada minuto de la travesía. Todo le llamaba la atención. El manos libres e incluso el móvil, al que contestó al revés cuando su hija Macarena lo llamó.

«Estoy bien, gracias». Éstas fueron las únicas palabras que pronunció el portuense cuando cerca de las 23.30 llegó a hospedarse a casa de una de sus hermanas.

Al coche le precedía un vehículo de la Policía Nacional, pero nadie pudo impedir que los vecinos del barrio se acercaran para dar la bienvenida a quien «nunca tuvo que perder la libertad», que fue el comentario que más se escuchó por las calles de La Vid.

En unos minutos, Ricardi abandonó el vehículo y entró en el portal de la casa en la que poco a poco tendrá que adaptarse a la libertad. Su abogada pidió ayer respeto para que el portuense se acostumbre a su nueva vida y asimile los cambios que se han producido en su ciudad y familia a lo largo de más de una década.