PERERA. Triunfal, salió con cuatro orejas y a hombros del coso. / EFE
Toros

El triunfo de la sencillez

El Juli realiza una excelente faena en Santander, pero es Perera quien sale a hombros por la puerta grande y se lleva la cosecha de la tarde

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Lo más difícil, sabio y refinado lo hizo El Juli con un toro fuera de sorteo y reparto: un sobrero de Los Bayones, 570 kilos, cabezón y levantado, burraco y remangado, en tipo atanasio. Entró de quinto bis por un quinto de Cuvillo, cinqueño y aleonado, que salió descoordinado, suelto y frenándose, y que de pronto se engalló descarado y escarbó y casi al tiempo empezó a echar mal las manos como reventado. Buenos fueron hasta los dos capotazos con que El Juli hizo al toro besar la arena para que a nadie le quedara la duda de que el toro era de devolución. La lidia del sobrero, que salió de bruto y bruto resultó, fue primorosa. En seis lances estuvo visto el toro. Sólo un error de cálculo: El Juli pidió a Salvador Núñez que levantara el palo y, al sentirse libre, el toro derribó y se enredó con el caballo. El quite fue rápido y el toro vino a sujetarse junto a un burladero.

Pero en desabrochar el peto y en izar al caballo se tardó un tiempo precioso, que no hizo bien al toro. Muy andarín, pronto, pegó cabezazos por las dos manos, y esa fue su carga bruta. El Juli lo toreó sin desmayar ni pausas, sino tapando, obligando, la muleta por delante. Y también a la voz, que suele alegrar y convencer a los toros.

No fue sencilla la pelea porque no es sencillo gobernar los cabezazos de los toros gazapones. Pero se lo propuso Julián. Cuando empezaba a caer el toro en la red, uno de una grada gritó burlonamente: «¿Qué emoción!». El Juli le echó una mirada de las de taladrar y en la baza siguiente tuvo al toro metido en el canasto.

El colmo del ritmo

Con la izquierda. Y luego con la derecha. Una tanda de seis ligados y abrochados con el cambiado fueron el colmo del ritmo. Todo pasó en los medios, según dispuso El Juli, que se adornó antes de la igualada con tres pases de costadillos de singular ligereza. Con la mano izquierda toreó con estupendo compás. Cuadrado ya, el toro, algo rajado después de domado, se distrajo dos veces con algo que se movía en el callejón. Pinchó El Juli en el primer ataque, sonó un aviso. Luego, una estocada caída. El Juli no quiso salir a saludar. Amor propio sería. O vergüenza torera o como se llame. Al primero de lote, que ni remató un solo viaje ni regaló una embestida, lo mató de impecable estocada por el hoyo de las agujas.

La cosecha la cobró Perera. Ese Perera tan claro, firme y tan seguro, que con tanta facilidad se encaja sin darse apenas importancia y que, buscándolo o no, encuentra toro casi en todas partes. Descarado pero no desafiante, sueltos los brazos, poderosas las manos, vertical la planta. Muy sencillo. Y esta vez, además, la fortuna de llevarse el lote de la corrida. Sin contar el malogrado cuarto, que iba a haber sido un toro de nota pero que, por imprudencia y desidia de dos banderilleros se estrelló contra un burladero después de banderillas y se tronchó el pitón derecho.

Lo mejor de Cuvillo

Los dos toros del lote mayor dejaron hacer. Más en bravo un tercero jabonero o albahío, blancas las palas, rizos de peluche en cuello y testuz, mirada noble. Con son el toro, con la chispa de lo mejor de Cuvillo. No el toro de ir y venir, sino que, si no venía metido, adelantaba y provocaba el obligado de pecho. Pesó un poquito. Pudo sin ahogos Perera, que al final se enredó entre pitones, encima y cerca. Trenzas espectaculares, no fáciles. Gran estocada. El sexto, de bonitas hechuras, negro salpicado, fue toro noble pero con querencia vaga, de soltarse más de la cuenta. Perera, ajustado pero no inspirado con el capote, abrió faena con nueve muletazos en los medios: de largo el cambiado por la espalda de apertura, en rizo forzado los que siguieron. El toro, codicioso, repitió con alegría. Pero se desinfló de pronto y empezó a perderse o irse. Tomó la muleta por abajo y noblemente, pero de repente volvía grupas.

Rancia calidad

Paciente, Pereda le buscó las vueltas y las cosquillas. Fue faena larguísima, de muchos pases a veces apilados. Y con el remate de unas celebradísimas bernadinas -las manoletinas al revés-, que fueron, igual que una estocada precisa, clave en el premio de dos orejas. Más las dos del tercero, cuatro: torero embalado. No El Fundi, desafortunado no sólo por el percance que le dejó sin cuarto toro, sino negado de la otra suerte, porque el primero de la tarde, muy pegajoso e incómodo, rebañó, se revolvió y se lo puso difícil. Lo que sí hizo El Fundi fue torear con el capote con muy personal y rancia calidad.