Sastre sube los peldaños hasta el cielo por la escalera de Alpe D'Huez
Aventajó en 2:15 a Cadel Evans y le saca 1:34 en la general, con Menchov a 2:39, a la espera de la contrarreloj Samuel Sánchez y Alejandro Valverde entre los 10 primeros
Actualizado:«Sólo tenemos una posibilidad de poder ganar el Tour. Hacer explotar la carrera en Alpe D'Huez», dijo Rijs en plena carrera. Y eso es lo que hizo el CSC, que tenía este Tour medido, desde sus inicios, hasta en sus más mínimos detalles. Carlos Sastre lograba el triunfo más importante en sus trece años como profesional. Vencía en una cima mítica y se vestía de amarillo a cuatro días de llegar a Paris.
Reventar la etapa, siempre con un ritmo constante, monocorde, de desgaste, sacando partido de los corredores que tienen, es lo que hizo el equipazo danés. «Salvo Frank, Andy y yo, el resto de corredores del equipo son muy potentes. No son escaladores. Pensamos incluso en atacar antes de Alpe D´Huez, pero el viento que pegaba de frente no nos venía nada bien. Y esperamos hasta el final para movernos». Y al final, Sastre atacó, desde abajo, como no se le había visto hacerlo nunca. Lo hizo convencido de que estaba ante el día más importante de su vida deportiva. Era su momento, la ocasión que ha estado esperando desde siempre. Estaba a punto de cumplir el sueño que todo niño atesora.
Menchov intuyó el ataque, le siguió. La segunda vez que se movió se quedó solo. Lo hizo con trece kilómetros de subida, con veintiún curvas. Estaba ante un reto personal, deportivo, histórico. Era el todo o la nada. Esta montaña es un centro de pasiones. En ella se han dejado jirones de su calidad todos los grandes del ciclismo. No volvió a tener compañía, salvo el ruido de los aficionados y los tiempos que Bjarne Rijs le iba dando por el pinganillo.
Fueron trece kilómetros para un escalador que se conoce perfectamente. Que sabe ir mejor en solitario, a su ritmo, que con tirones, que marcó un crono de 39:29 en la ascensión. ¿Qué pudo pensar Sastre en esa subida? Quizá en los años que trabajó para Olano, Jalabert, Zulle e Iván Basso. Nunca tuvo problemas para hacerlo, pero aquello tenía fecha de caducidad. Buscó la libertad deportiva que no le daba la ONCE y se marchó al CSC.
Se encontró con Iván Basso y Laurent Jalabert de nuevo. Este miércoles, la entrevista en la televisión francesa se la hizo Jalabert y en la rueda de prensa, otro ex compañero suyo, Andrea Perón, hizo de traductor. De todas las escuelas ha aprendido Sastre que acumula multitud de podios en Vuelta y Tour. Ha sido cuarto, octavo, noveno y décimo en el Tour. Segundo, tercero y sexto en la Vuelta. Los que le han ganado, o se han retirado, o están sancionados. Es un superviviente en un ciclismo enormemente castigado, en el que Sastre ha sido una isla, un águila.
Alpe D'Huez iba sucumbiendo a su forma de subir hasta llegar a los 2:15 de diferencia con Cadel Evans y Denis Menchov, que primero atacó, luego se quedó y más tarde se recuperó. Detrás de él, los hermanos Schleck, Frank y Andy, estaban vigilantes para que los arreones que se producían no trajesen una merma de segundos. Se movió Vladimir Efimkin varias veces y también Valverde. Siempre aparecía uno de los dos Schleck para romper el ritmo del grupo, para descentrar a Cadel Evans.
Los últimos tres kilómetros fueron cuerpo a cuerpo. Samuel rompería todo el ritmo del grupo. Los segundos contaban más que nunca. En la llegada, Samuel Sánchez evitaba el doblete del CSC y se imponía a Andy Schleck. Alejandro Valverde, muy recuperado, era cuarto. CSC ha trabajado con serenidad, con maestría. El equipo le ha respondido y durante toda la etapa han realizado un desgaste que al final surtió efecto. Ellos tenían tres corredores delante y los demás estaban solos, sin nadie que pudiese quitarles el viento, darles un relevo, trabajar si hubiese sido necesario.
Carlos Sastre cogió desde el principio la escalera que le subió al cielo de Alpe D´Huez, donde hizo una contrarreloj en toda regla. «He hecho lo que he podido». Como siempre. Sastre pertenece a una generación de ciclistas de la que quedan muy pocos corredores. No ha sido el más dotado físicamente, ni el más brillante, ni ha acaparado portadas de periódico, pero ha sabido leer la vida de este deporte como nadie. Por eso está vivo deportivamente, en lo más alto y de amarillo.