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Opinion

Las huellas de la vergüenza

CALLE PORVERA Hace ya varios días que los miembros de la Cruz Roja en Italia están recorriendo las principales ciudades de ese país registrando los campamentos de las poblaciones gitanas. Su misión en cada asentamiento es identificar a los zíngaros, da igual que sean menores o adultos, y uno de los métodos que van a utilizar es tomar las huellas dactilares de los que encuentren en su camino.

MARÍA JOSÉ PACHECO ppacheco@lavozdigital.es
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Por si fuera poco eso, también se les pregunta la nacionalidad, si tienen alguna enfermedad, se les pide algún documento identificativo y se les toma una foto. Vamos, lo que se dice un chequeo completo.

Mientras, pasan los días y los representantes de la Cruz Roja se esfuerzan en explicar que no se trata de medidas represivas, sino que esta actuación beneficia sobre todo al colectivo gitano. Y el Gobierno italiano defiende a capa y espada que este tipo de medidas que ha aprobada son básicas para combatir la inmigración clandestina y mejorar la seguridad. Claro que a mí estos argumentos lo único que me provocan es náuseas.

No sé si los italianos vivirán ahora más tranquilos, pero de lo que sí estoy segura es de que el precio que van a pagar por ello es demasiado alto para mi gusto. Y es que esta toma de huellas indiscriminada no sólo pone en entredicho el respeto a los derechos que tiene todo ser humano, sino que además demoniza a todo un pueblo sin dejarle siquiera posibilidad de defensa. De ahí a cosificar a las personas, a marcarlas para distinguirlas del resto, a hacinarlas en guettos y a considerarlas fuente de todo mal median pocos pasos. Y luego nos extrañamos que la gente siga tomando el sol y poniéndose crema mientras los cadáveres de dos niñas gitanas esperan a ser retirados sobre la arena...