Gladiadores
Cuatro ha importado dos programas norteamericanos que cabrían en lo que podríamos llamar el opio del pueblo: Pressing catch y Gladiadores del siglo XXI. Se trata, sin embargo, de productos de distinto tono: mientras el primero es una trampa lamentable, el otro no deja de ser un concurso de fuerza, resistencia y habilidad, relativamente sujeto a normas y respetable en la medida en que los concursantes lo son.
Actualizado: GuardarLa noche del sábado, Cuatro emitió una larga sesión de Gladiadores del siglo XXI. Uno de los aciertos más notables de Cuatro ha sido poner al frente de la locución a Héctor del Mar, el veterano locutor futbolero que en su día cantó los goles más largos del mundo y que posee la mejor virtud posible para estos menesteres: carecer de cualquier pretensión intelectual. Héctor del Mar es un señor que sabe que su principal misión no es pronunciar frases con sentido, sino llenar el vacío con palabras.
Eso lleva a que muchas de sus palabras sean prescindibles, y no pocas veces de una comicidad involuntaria, pero en eso consiste su negocio. Así describía la tensión de los gladiadores: «Ahí están dándose gritos de aliento, porque la procesión va dentro». Hasta el ripio tiene su gracia. Como Cuatro se plantea esto como un espectáculo cómico, la hilaridad se extiende a todos los aspectos del programa, y eso incluye la traducción de las declaraciones del presentador y los concursantes. Ellos hablan y Fernando Costilla simula una especie de traducción simultánea que consiste en emplear la mayor cantidad posible de tópicos, entonados con un cierto deje que recuerda a Chiquito de la Calzada.
Por ejemplo, el traductor hace decir a una de las gladiadoras «hoy estoy más feliz que unas castañuelas», y al conductor del show, Hulk Hogan, le hace comentar «hoy has roto con la pana». El giro castizo en labios norteamericanos es inverosímil, pero en eso radica la comicidad. Otras veces la comicidad es involuntaria, como cuando los comentaristas reproducen los tópicos habituales del locutor deportivo español. Así, por ejemplo, ese híbrido de jerga taurina y metáfora bélica que reza «las espadas están en todo lo alto». Es peor la telerrosa.