Vértigo
Hay un día en el que todo se para, y por mucho que uno se haya preparado y mentalizado, por mucho que haya encogido el cuerpo al sentir el tirón, el frenazo brusco marea y descoloca sin remedio.
Actualizado:Entonces llegan el vértigo y los sentimientos encontrados mientras se tantea casi a ciegas buscando nuevos soportes a los que agarrarse. Son esos primeros instantes en los que uno se esfuerza en mirar a todos lados buscando un no sé qué, se precipita a la hora de hallar soluciones y se equivoca en todas las reacciones, que siempre se quedan demasiado cortas o se pasan de intensidad.
Claro que ése es también el mejor momento para aprovechar el parón y tomar aire, para detenerse a pensar, para mirar con otros ojos lo que ha quedado un poco atrás y pestañear hasta que se ve con nitidez el camino que hay delante. Y es entonces cuando la mente empieza a funcionar con normalidad y poco a poco se va abriendo paso la certeza de que hay mucho de positivo en la nueva situación.
Es lo malo de dedicar tanto tiempo a un solo objetivo, que cuando por fin llega el efecto puede ser demoledor, sea cuál sea el resultado. Porque todo cambia y el futuro se ve con otros ojos, porque lo que ayer era incuestionable hoy ya no lo es tanto, porque hay que volver a arremangarse y tirar del carro y porque de una maldita vez una se despabila y se da cuenta de que ya no valen excusas ni coartadas, y que hay que mover el culo y salir del propio letargo.
Una vez que la certeza me golpea en la cabeza, yo ya no puedo parar. Después de todo, ¿qué tiene de malo cambiar de vida? ppacheco@lavozdigital.es