fronteras imaginarias
Dice un poema de Aníbal Nazoa: «Entre tu pueblo y mi pueblo / hay un punto y una raya, / para que mi hambre y la tuya / estén siempre separadas». Esos puntos y rayas dibujados sobre los mapas son la señal de la separación artificial e incomprensible que imponen las fronteras, las aduanas, las líneas divisorias. Entre el hambre de África y la abundancia de Europa (la no-hambre significa abundancia en la mayor parte del planeta), además del obstáculo más o menos abstracto de la frontera, existe un obstáculo real, de agua y frío, de viento, de apreturas, de sed, de miedo. Entre ellos y nosotros, el Estrecho marca una división cruel, un abismo a menudo insalvable. Para muchos, se convierte en aquel río Leteo cuya travesía sólo conducía a la muerte.
Actualizado:Hemos visto en los medios la angustiosa llegada de pateras con hombres, mujeres y niños moribundos. Y hemos asistido a la tragedia de saber que muchos otros ni siquiera habían podido arribar, que sus cuerpos habían tenido que ser arrojados por la borda de la frágil embarcación en la que pensaban llegar a un paraíso. Algunas palabras no significan lo mismo para los de uno y otro lado del Estrecho. Lo que para nosotros es recesión, crisis o estancamiento -depende del signo político de quien haga las declaraciones ese día-, para ellos sigue llamándose paraíso, tierra prometida, prosperidad. Llevan toda la vida sufriendo el hambre, la desesperanza, la guerra, la persecución. Delante de sus ojos, la puerta cerrada de ese paraíso y una miserable barca donde jugarse a cara o cruz la mala suerte. Yo no entiendo de leyes de inmigración. Yo no entiendo ya nada. Miro los rostros de los que llegan a la orilla y de los que son abandonados en ella por las olas, y no me cuadran las explicaciones. ¿Alguien sabe qué desalmado puso los puntos y las rayas?