El empeño y la pulsera
Desde que nos hemos vuelto virtualmente ricos, es noticia de portada que aumente el número de empeños en el Monte de Piedad, cuando todo el mundo sabe que en Cádiz las alhajas -aquí no llaman joya- se conocían el camino del Monte como la palma de la mano, que era la de tapar agujeros la única finalidad que tenía la compra de oro y que iban solas a San José, sin necesidad de la pulserita de las playas punteras, que es como el Concejal de Playas ha bautizado la ocurrencia.
Actualizado: GuardarQue a mí me van ustedes a perdonar la torta mental que me ha producido lo de las pulseras pero es que cuanto más lo leo, menos lo comprendo. Llego a la playa, me voy al módulo correspondiente y dejo los teléfonos y nombres, hasta ahí bien.
Luego le ponen a mis criaturas unos brazaletes de colores según la zona donde coloco la silla, y ahí es donde empieza el disparate.
Los colores, se suponen, son para acotar las zonas a las que pertenecen los niños que se pierden en la playa y ahí empieza todo el lío en este asunto. No lo entiendo. Las pulseras verdes son para niños de La Caleta, Isecotel y Cortadura, las verdes para El chato, los Delfines y Santa María del Mar y las azules para Santibáñez y la Victoria de siempre.
Después de esta distribución pensada con los pies -lo que no le quita mérito- uno se plantea para qué sirve el color si lo que está claro es que si un niño de los Corrales aparece en el Chato da igual el color que lleve en la pulserita.
Una pérdida de tiempo, y de dinero. Como todo. A ver si friegan los camiones del Punto Limpio, que esos sí que necesitan un baldeo y una manita de pintura. Del color que sea.