Una vida tras el mostrador
Juan Pedro Gonzalo observa cómo se mueve el mundo desde su ultramarino -Casa Gonzalo- del número ocho de la calle Empedrada. Lo observa desde hace más de cincuenta años. El mundo se ha movido más de la cuenta, piensa Juan Pedro desde su viejo mostrador de madera. Se ha movido más que kilos de harina de trigo se han despachado en los noventa años que lleva abierta la tienda.
Actualizado: GuardarTodavía están las viejas vitrinas de los años veinte, con puertas de madera, y donde se pueden observar las latas de tomate frito, los tarros de melocotones en almíbar o los envases de miel. «Todo era a granel -comenta-. Antes eran puñaditos de café racionalizado, un octavo de aceite o un cartucho de guisantes secos que se vendían mucho». La vida ha evolucionado mucho, pero a él parece no importarle demasiado.