SESIÓN. Unos terapeutas miden la reacción de un paciente sometido a una sesión de hipnosis.
Sociedad

Dormir a ciencia cierta

Desde los egipcios hasta Ramón y Cajal han empleado la hipnosis para paliar el dolor Los psicólogos cada vez la usan más para combatir trastornos como la ansiedad y las adicciones

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La controvertida hipnosis -con sus detractores y sus amantes- cada vez se emplea más por los psicólogos del siglo XXI para ayudar a sus pacientes. Aunque ahora esté de moda, egipcios, griegos e incas ya la usaron para sanar trastornos mentales.

Y pesar de que estudiosos de Harvard, como Elvira V. Lang, creyeron a principios del siglo XXI haber descubierto la panacea por usar la hipnosis como analgésico en las cirugías, la verdad es que a Santiago Ramón y Cajal, a finales del XIX, ya se le ocurrió esta idea. Tanto que, después de haber investigado en el tema, hipnotizó a su propia esposa para que no sintiera dolor en sus dos últimos partos.

Ya sea a través de un péndulo dando vueltas; balanceándose el individuo con los ojos cerrados en medio de una habitación; con un simple chasquido de dedos y un toque en la frente; apretando las manos o tirando una moneda lentamente... Los métodos para dormir a un individuo son muy variados.

Pero para que el sujeto caiga en manos del terapeuta, éste debe verbalizar técnicas de profundización. Por ejemplo, una escena por la que se va bajando por una montaña -que los pacientes describen como relajante y agradable-; un ascensor que desciende suavemente; la bajada de una escalera con entre 10 y 20 peldaños donde al final espera una plácida mecedora... Todas estas situaciones evocadas por el psicólogo, a través de frases encadenadas, buscan estabilizar los cambios cognitivos, emocionales, perceptuales y comportamentales obtenidos con la inducción hipnótica. Ya de lleno en la sesión, se tratarán los problemas que se quieran corregir.

Angustia, bruxismo...

La ansiedad, la angustia, el miedo a hablar en público, dolores de tipo crónico y adicciones a sustancias y al sexo -entre otros trastornos- pueden mejorarse y acelerar notablemente su superación si la hipnosis se emplea como complemento de la terapia psicológica. «No tiene mucho sentido emplear esta técnica en problemas de pareja, pero sí funciona muy bien en la ansiedad», aclara Isidro Pérez, fundador de la Sociedad Española de Hipnosis.

Cada vez más médicos recurren a ella. Los odontólogos para combatir el bruxismo (apretar la mandíbula por tensión nerviosa); pero también se emplea en procesos dermatológicos, en colón irritable e incluso como anestesia en cirugías menores.

«No es curativa»

«La hipnosis en sí misma no es curativa. Dentro del trance nosotros debemos lanzar mensajes al paciente y dejar que él nos dé claves que serán muy útiles para la terapia completa», aclara el psicólogo Isidro Pérez, que señala que muchas veces intentando solucionar un dolor o una fibromialgia ha descubierto en realidad un problema matrimonial, un nudo emocional o una situación de estrés acumulado.

«En los últimos 6 ó 7 años, con la llegada de las técnicas de neuroimagen, se ha comprobado que cuando un individuo está en hipnosis se le alteran las mismas zonas que si estuviera viviendo la situación realmente. Esto es, si le dices que recuerde un ataque epiléptico se le activarán las mismas respuestas cerebrales que si lo estuviera sufriendo», apostilla Antonio Hernández Mendo, profesor de Psicología del Deporte de la Universidad de Málaga.

¿Funciona?

La práctica no deja lugar a dudas: la hipnosis existe y funciona, aunque los dos especialistas coinciden en su utilidad dentro de una terapia más amplia. «Se basa en estructuras del sistema límbico, partes del cerebro relacionadas con las respuestas emocionales, el aprendizaje y la memoria», dice el profesor de la Universidad de Málaga.

Incluso gente como Toni Camo, el televisivo hipnotizador argentino, conocen esta técnica -que es sencilla, según Hernández Mendo- y la aplican «bien». «El problema es que hacen chorradas y desprestigian su uso. ¿Para qué sirve lo que hace ese tipo? Debe haber una ética y no permitir que un tío termine haciendo el perro y el idiota», reflexiona el docente.

El fundador de la Sociedad Española de Hipnosis sostiene que los típicos miembros del público televisivo que se dejan hipnotizar sin reparos son exhibicionistas que no actúan en contra de su voluntad.

En eso, los facultativos lo tienen claro. Pero en otros campos, los investigadores aún tienen grandes cabos por atar, ya que no se ha descubierto el mecanismo cerebral exacto por el que funciona la hipnosis. «Aunque a los clínicos eso nos da igual, porque la realidad es que funciona», añade Isidro Pérez, quien asegura que esta técnica acorta notablemente el tiempo total de duración de una terapia, «a veces hasta la mitad», si bien es cierto que «no hay soluciones mágicas».

Contra el vómito

Aunque casi mágico le debió parecer a una paciente de Antonio Mendo dejar de vomitar después de más de una década haciendo carreras de montaña. «La chica era deportista desde los 14 años, y a los 25 tenía los dientes muy estropeados, una úlcera y varios problemas más de salud porque cada vez que iba a correr y a competir -algo que le apasionaba- vomitaba de manera incontrolada. Con hipnosis conseguimos que no vomitara en varias ocasiones y luego ella controló la situación, aprendió a autohipnotizarse y no vomitó nunca más», explica este facultativo que ha usado esta técnica desde 1991 con nadadoras y futbolistas, entre otros.

«Olvidé el número 7»

Genoveva Pérez Mazuecos tuvo una fugaz experiencia como paciente hipnotizada. Psicóloga, de 31 años, recurrió a una sesión para mejorar la atención en el estudio de unas oposiciones.

«Era muy incrédula, pero entré en hipnosis. El terapeuta me sugestionó, me hizo contar hacia atrás, dar vueltas sobre mí misma y hacer algo con las brazos que no recuerdo. Yo lo oía con calma y cuando me senté me sentí totalmente relajada, incluso intenté subir los brazos y no pude. Al final me dijo ahora te despiertas y me dio un toque suave en la frente. Me desperté súper relajada», narra esta malagueña que durante la sesión olvidó sorprendentemente el número 7. «Me dijo que iba a borrar el número 7 de mi cabeza y cuando me hizo contar hasta 10 fui incapaz de pronunciarlo», reconoce esta joven que en una sesión notó mejoría, aunque no repitió.

«Las situaciones hipnóticas se producen de forma natural en la vida. A mucha gente le ha pasado ir conduciendo y cuando llega a un punto, a un pueblo, por ejemplo, no recuerda haber recorrido el trayecto anterior. Hacer que alguien olvide un número o su propio nombre es fácil. ¿Por qué no usar esto con una violación o un accidente traumático?», aclara Antonio Hernández Mendo, quien señala que uno de los fines es que el sujeto aprenda a realizar autohipnosis y esto le ayude a vivir mejor.

Cristina Calvo -de 21 años- se puso en manos de este profesor de Psicología para superar una manía: llevar las gafas siempre puestas cuando sólo las necesita a ratos para conducir y leer. «Fue una sesión muy efectiva -hace algo más de un mes y medio- tras la que sentí que veía todo mejor y me fijaba en más detalles que antes. Ya no tengo tanta dependencia de mis gafas, que casi siempre van colgadas en mi camiseta o puestas en el pelo», narra esta estudiante que se acuerda de lo que pasó en la sesión porque lo ha visto grabado en vídeo.

«Aunque al principio tenía miedo terminé muy relajada y dejándome llevar. Recuerdo que Antonio, que me hizo entrar en hipnosis con su voz, me hizo visualizar un árbol a lo lejos y acercarlo una y otra vez como si fuera un zoom», finaliza esta joven que tuvo que asistir a dos sesiones con otras compañeras antes de ponerse ella misma en manos del terapeuta. Tras la deshipnotización llega otro proceso: ajustar cuentas de resultados y económicas. Una sesión de una hora de hipnosis debe oscilar «entre los 60 y 120 euros», añade Isidro Pérez, aunque si se alarga puede llegar a costar más. Otra cosa que debe quedar clara para el paciente es que sólo médicos y psicólogos colegiados están autorizados para practicarla. «Esto es fundamental, ya que estamos bajo un código deontológico», abunda este profesional, que recomienda a los terapeutas realizar cursos de especialización de unas 150 horas como mínimo.