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TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

Pateras para Zapatero

El poder viaja en avión y los desheredados se van a pique. La mar se llena de muerte y Abbas El Farsi reclama Ceuta y Melilla ante el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Se llena de muertos el mar y ZP ordena a sus europarlamentarios que aprueben la conservadora directiva de la vergüenza que permitirá machacar más a los inmigrantes clandestinos. Mientras Silvio Berlusconi promulga novísimas recopilaciones contra los gitanos rumanos, se refuerza la Europa fortaleza y el Estrecho es un cementerio.

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Será el próximo martes 15 y a las 19,30 horas en la Plaza de San Juan de Dios. La Asociación Pro Derechos Humanos vuelve a convocar una concentración en memoria por el trágico fin de quince personas, entre ellas nueve bebés, frente a las costas de Almería. Habrá que sumarle la reciente tragedia en aguas de la costa granadina que, apenas unos días antes, costó la muerte de otros catorce desesperados a la búsqueda de un paraíso que sólo busca esclavizarles o expulsarles.

El viernes, Andalucía Acoge cifraba en 69 el número de personas fallecidas en las costas españolas en 2008 en su intento por mejorar sus vidas en nuestro país. Pero ayer, a la hora de redactar estas líneas, el número había aumentado a 76, con el fallecimiento de varios espaldas mojadas en un imposible viaje en cayuco a las costas canarias. En 2007, según datos de Derechos Humanos, se registraron 189 muertos en las costas españolas y 732 en las costas del Magreb y África occidental, pero probablemente hubiera muchos más, dado que es imposible contabilizar completamente lo que el mar se traga. En noviembre, se cumplirán veinte años del primer hallazgo del cadáver de un viajero a ninguna parte en el litoral de Tarifa. El balance de víctimas de varias torres gemelas se pudre bajo las aguas de la provincia de Cádiz, sin que dicho repelús suscite más estremecimiento que el de la compasión y, de tarde en tarde, el de la solidaridad.

Resulta absolutamente legítimo que España y Marruecos, aunque sea cuando se cumplen seis años justos de la guerra de El Perejil, sigan practicando el diálogo entre dos pueblos vecinos que quieren ser hermanos aunque a menudo parezcan mutuamente primos. El crecimiento económico de la orilla sur del Mediterráneo es uno de los sueños que persigue el pacto que proyecta la Francia de Sarkozy durante su presidencia europea y que secunda el Gobierno español en consecuencia directa de la célebre conferencia de Barcelona. Y a ello se apresta la Junta de Andalucía, que subvenciona desde hace mucho las infraestructuras del norte marroquí, incluyendo el megapuerto de Tánger-Med y que ha logrado que le mantengan en Rabat al embajador andaluz Luis Planas y no lo sustituyeran por Joan Clos antes de la visita de ZP. En esa misma línea, se sitúa el trabajo que viene realizando desde hace quince años las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación de Cádiz y la del Campo de Gibraltar, principalmente. La mejor forma de frenar la inmigración clandestina y ese trasiego suicida de este mar equívoco es contribuir al desarrollo de los países de origen de dichos candidatos a la esclavitud y al hampa y no limitarnos a pagar a sus tiranos para impedir que zarpen, incumpliendo por cierto uno de los epígrafes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que establece que ningún Estado puede impedir que sus nacionales salgan de sus fronteras. Otro sine qua non estriba en facilitar la inmigración con papeles y, en esa materia, ni Europa ni España parecen estar por la labor sobre todo cuando estamos a punto de reformar la Ley de Extranjería 8/2000 para impedir la reagrupación familiar de padres y de suegros: traemos a inmigrantes para que cuiden a nuestros viejos, pero vamos a impedirles que cuiden a los suyos. Lugar siniestro este mundo, caballeros, que diría Félix Grande.

Mientras Mohamed VI recibe a nuestro presidente y a Miguel Ángel Moratinos, su ministro de Exteriores, el centro de estancia temporal de inmigrantes de la barriada de La Piñera, en Algeciras, está saturado: a partir de la directiva de retorno que fija el tope de 18 meses para la retención de estas criaturas que no han cometido delito alguno, España aumentará el período actual de 40 a 60 días, lo que probablemente conlleve la construcción de estas nuevas semicárceles, lo que supondrá unas migajas de obras públicas que ayuden a contener el paro, aunque uno siga sin saber como van a contener la inflación y el IPC. Hasta estando medio encarcelados, los inmigrantes ayudarán al crecimiento de España aunque a todos nos importe un bledo su propio crecimiento.

El resto será expulsado. Entre ellos, viajarán de vuelta a no se sabe donde los supervivientes de la patera de Almería, contra cuyo crimen las ONGs se manifestarán el próximo martes en la capital gaditana. Ni siquiera ha servido apelar a razones humanitarias para facilitarles permisos de residencia. Así que ahora volverán a su infierno y no por ello desistirán de intentar volver al nuestro: ya les veo, más temprano que tarde, en una nueva balsa hinchable, desprendiéndose de nuevo de bebés muertos en mitad de la noche o del temporal. Nuestro país, siempre humanitario, les brindará atención psicológica y volverá a transportarles rumbo a uno de esos lugares donde la crisis -se llame desaceleración, estanflación o recesión¯lleva ocurriendo desde el inicio de los tiempos y la gente no hace cola para comprar iPhones, por lo sencilla razón de que esos aparatitos no pueden comerse.