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ESTRECHA. Cruza el barrio de San Pedro y, tal como se aprecia en la imagen, se caracteriza por su escasa vida.
Jerez

Doctrina de silencios en medio de la hermosura

Esta calle se llamó Ceperos hasta que en 1639 aparece como la conocemos por la Escuela de lo niños de la Doctrina

MANUEL SOTELINO
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Estrecha Doctrina que cruza el barrio de San Pedro. Posiblemente los poetas se hubieran inspirado si hubiesen paseado por ella cuando tenía vida. Ahora, los tiempos han cambiado y la calle es una vía solitaria Quizá sea la antítesis de lo que debería ser esta sección de calles vivas y de lugares habitados. Sería algo así como el antiartículo de la sección, el transgresor. «Eran otros tiempos. Quién la ha visto y quien la ve», explica José. Él no vive allí, pero la conoce porque pasa cada día. Tampoco quiere explicar el porqué la transita. Silencio.

Une Bizcocheros con Arcos. Es curioso ver la alta cúpula de la parroquia de San Pedro a mitad de la calle. Cuenta la historia que llevó el nombre de Ceperos por habitar en ella familia con este apellido y que muy posiblemente fueron protagonistas de la Reconquista. El nombre de Doctrina aparece por primera vez en 1639, entre los censos y libros capitulares de la ciudad. Este nombre lo adquiere al estar en esta calle ubicada la Escuela de los Niños de la Doctrina Cristiana, instituida en 1568 en la capilla de los Remedios por «el piadoso jerezano don Blas Benítez, que costeó de su peculio algunas de la obras ejecutadas en dicha casa», según comenta Agustín Gómez y Muñoz en su libro de las calles jerezanas. Dicha Escuela de los Niños de la Doctrina disfrutó en su día de facultad Real para dar de los propios de la ciudad una limosna anual con que ayudar a su sostén. Lo cual indica la importancia de dicha institución. Otra de las curiosidades de esta famosa Escuela de la Doctrina Cristina, es que hasta el mismo Miguel de Cervantes la cita en su obra de El Quijote.

Sin embargo, cuando nos acercamos a la calle a preguntar a los vecinos si conocen la importancia histórica de la calle, nadie parece salir a contestar nada. Sencillamente apenas hay nadie caminando por las aceras, ni disfrutando de la brisa fresca de la tarde ni de las sombras de la calle.

Llegamos al número diecinueve. De pronto vemos un patio nublado de flores y macetas que construye una penumbra acogedora para las horas duras del calor. Se nota que en la casa hay buen gusto. Un azulejo con el dibujo de un hierro de ganadería caballar está apostado en la puerta de la calle, justo donde está el diecinueve. Al fondo, una calesera vacía, sin caballos que tiren, parece una pieza de museo que ya sólo sirve como decoración. No contesta nadie. Se escuchan voces al fondo, pero no parecen tener ánimo de recibir a visitantes, y menos a periodistas preguntones. Una lástima, porque sabemos que allí se entiende de caballos, quizá por algún salón de la casa haya hasta algún caballo de oro. Pero de puertas adentro se arma el secreto, el arcano y la mirada desconfiada por la mirilla. Existen motivos más importantes en la calle para contar, qué duda cabe. Mejor dejar descansar a la familia, pues el perro sí nos ha recibido desde el interior del patio y nos ha dedicado una lánguida micción que mancha la impoluta pared encalada y limpia como el jaspe. Gracias por el desvelo, parecíamos decir con el pensamiento.

El Guitarrón

Un poco más allá hay una gran cochera donde los vehículos duermen bajo el ruido de las chicharras. Tampoco los coches parecen querer decir nada. El silencio es absoluto. La arquería del bodegón antiguo tiene encanto, con techo de tejas a dos aguas. Grandes dependencias donde antes se criaban los caldos jerezanos, sin duda. Pero aquel lugar es conocido por todo Jerez porque era el antiguo Guitarrón. Se trataba de uno de los tabancos más famosos y su nombre le venía de una gran guitarra que colgaba del techo de la bodega. Llegó, en los años ochenta, a ser lugar habitual de cierta parte de la juventud jerezana, convirtiéndose de esta forma en un lugar donde las generaciones se ligaban bajo la única pasión del amor al vino. Ahora, todo parece callado. Lo coches se han quedado mudos y atrás quedaron mañanas de anises y madrugadas entre vasos y cantes.

La Gallega

Probablemente es el lugar donde todavía habita la vida en la calle Doctrina. El famoso freidor de pescado también tiene su entrada por la calle, aunque la que más tránsito tiene es la que da a la calle Arcos. En el año 1974, cuatro trabajadores decidieron montar una cooperativa para seguir con el negocio. El dueño de aquella época decidía echar el cerrojo del bar y tirar la llave por la gatera. «Había dos opciones, o nos íbamos a la calle o explotábamos nosotros el negocio. Creo que acertamos con la decisión de quedarnos con el bar porque no nos podemos quejar, y eso que han pasado ya treinta y cuatro años. Por un lado nosotros seguimos viviendo del bar y por otro Jerez no perdió uno de los lugares más conocidos de la ciudad», comenta Alfonso Naranjo que es uno de los socios de la cooperativa.

La Gallega se fundó en el año 1934, por un grupo de gallegos románticos que vivían en Jerez. Alfonso dice que «a pesar de todo, siempre ha sido y sigue siendo un lugar de pescado frito. Como anécdotas hay muchas, por ejemplo que nuestros pescados fritos han ido a Alemania, Francia, Madrid o Barcelona. El freidor tiene fama más allá de las fronteras de Jerez, y muchos han llegado una hora antes de coger el avión para llevarse un paquetón de pescado frito para su tierra. El que llegara un poco frío no era problema alguno».

La calle Doctrina comienza a la izquierda de la calle Arcos. Silente, casi separada del ánimo contagioso de la ciudad. Calle silenciosa con sus casas señoriales y sus vecinos escondidos.

Tan estrecha que ni tan siquiera llegó a ser calle cofradiera, pues los cuatro zancos de la gran mayoría de los pasos que, en su día, se plantearon pasar por dicha calle, se salían de la calzada y se suspendían sobre las aceras.

Aquí no existen verbenas de verano, ni música que suene por una ventana. A pesar de su encanto, su vida está agazapada tras las puertas labradas de las casas. Posiblemente ahí radique su hermosura. Doctrina de otros tiempos, antagonismo de esta sección.