Color contra el calor

Ni los problemas burocráticos (caso de la agrupación colombiana), ni los conflictos civiles (que han impedido la participación de Mongolia), ni los inconvenientes de última hora (que dejaron a los surafricanos en Ciudad del Cabo), ni las obra del Pemán han conseguido deslucir el desarrollo del XXVI Festival Internacional de Folklore de Cádiz.

El programa de una cita con tantas ramificaciones en tantos países siempre exige de altas dosis de imaginación y una capacidad para improvisar en la que Antonio Fernández Repeto, Manuel Granado y los suyos ya tienen un máster. «Si hace calor en el Falla, regalaremos abanicos», dijo el director del Festival. «Si no vienen los surafricanos, traeremos senegaleses», recalcó. Dicho y hecho. Ayer el coliseo gaditano vivió otra intensa jornada con la diversidad y el color como principales protagonistas. Arrancó el Ballet Slowianki, el grupo folclórico más importante de Polonia, con danzas y canciones propias de Cracovia, Kurpie, Lublin y los montes Pieninas. En su repertorio lucen los trajes propios de su país, pero también búlgaros, macedonios, eslovenos, bosnios, croatas, servios, rusos y ucranianos. Después llegó el turno de Paraguay, con las coreografías de Romina González, Premio Nacional de Danza. El conjunto, compuesto por bailarinas, bailarines y músicos seleccionados entre grupos de todo el país se precia, con motivo, de ser una auténtica representación de la cultura de todo el país.

El grupo Kora de Senegal puso sobre el escenario toda la fuerza y singularidad de las danzas africanas a ritmo de batuki. Una vez más, el contraste fue una clave para que el público disfrutara con la variedad de las propuestas que luce el Festival. Como excepcional fin de fiesta, la Asociación de Danzas Folklóricas Paca Briceño, compuesta por 40 personas entre cantaores, orquesta y cuerpo de baile, demostró sus 50 años de experiencia.

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