El chiclanero Carlos Ruiz López sale a hombros en la novillada que abre el ciclo veraniego en la Plaza Real de El Puerto
El gaditano Fran Gómez obtuvo una oreja en el festejo promocional
Actualizado:La peor de las pesadillas que puede ocurrirle a un novillero con pocas actuaciones en su haber, debe de consistir en que llegue la hora del festejo en que figuraba anunciado y se encuentre atrapado en un atasco de tráfico.
Esto le ocurrió la noche del pasado sábado a Jaime Martínez, que vestido de azul marino y oro y mientras sus compañeros realizaban ya el paseíllo, aún permanecía encerrado en la cárcel desesperante de su coche. Como la fatalidad aprieta pero no ahoga, apareció en el coso justo a tiempo para lidiar su novillo, el segundo de la noche.
Resultó ser éste un colorado girón, que salió en estampida de manso al recibir el primer par de banderillas, pero que después regaló embestidas encendidas y profundas, muy bien aprovechadas por el novillero para ejecutar tandas en redondo de extraordinario mérito, en las que embarcaba, sometía y desplazaba a la res. Con el viaje más corto por el pitón izquierdo y la escasa confianza por ahí mostrada por el espada, los naturales trazados carecieron de la misma brillantez. Tras matar al segundo intento, fue ovacionado.
El auténtico triunfador de la noche fue el chiclanero Carlos Ruiz López. Ya en su saludo capotero había mecido con cadencia y gusto los brazos en suaves verónicas y había respondido con ajustadas chicuelinas al quite por gaoneras del gaditano Fran Gómez.
Pero fue en la decisión y temple en el manejo de la muleta done Carlos demostró su enorme caudal torero, rebosante de gusto y de pasmoso relajo. Más acoplado con la mano derecha, supo exprimir al máximo la noble y repetidora embestida del animal. Se volcó, con toda la fe, detrás de la espada, y dejó una estocada entera que le abriría la ansiada puerta grande del triunfo.
Muy valiente, decidido y muy fácil en la cara del toro se mostró Fran Gómez ante un cuajado eral que no le concedió demasiadas opciones a exquisiteces. Lo recibió con larga cambiada a porta gayola y con afanosas verónicas en los medios. Pero el de Gavira acudía a los engaños sin entrega y con la cara alta. Intentó la ligazón y la profundidad en los pases, con la muleta siempre en la cara y otorgando la distancia justa en los cites. Sin transmisión ni recorrido de la res por el pitón izquierdo, el trasteo se basó en series esparcidas de derechazos en las que sobresalieron determinados pasajes de verdadero sabor. Tras una buena estocada se le concedió una merecida oreja.
También obtuvo un apéndice Luca Ruffo El Calabrés, quien planteó una faena en los medios para alejar al manso que le cupo en suerte de la querencia, y en la que extrajo algunas tandas de naturales de gran calidad. Plena de altibajos se mostró la actuación de Gonzalo Montoya frente a un animal de acometida corta y rebrincada, y con el que no siempre encontró el temple necesario. Muy soso y con tendencia a frenarse en sus embestidas, el novillo que cerraba plaza no permitió hilvanar a Adrián de la Torre, al que incluso volteó en dos ocasiones. Pese a todo, el espada intentaría con insistencia y denuedo el lucimiento.