LO CORRECTO. A pesar del calor, los especialistas aconsejan optar por la camisa de manga larga, aunque sea remangada. / HORACIO VILLALOBOS. EFE
Sociedad

Sudar la corbata

Pese a la polémica ministerial en favor del ahorro energético, aún hay situaciones en las que se exige llevar traje y chaqueta. La mujer lo tiene más fácil para lucir en verano

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Ponerse delante de un cocido en verano tiene su mérito. Aunque no menos que ir de etiqueta. Sobre todo, para los hombres. Y si son ejecutivos, banqueros, empresarios o políticos, mucho peor. Si no que se lo digan al ministro de Industria, Miguel Sebastián, que ha desatado la polémica en los últimos días con su decisión de prescindir de la corbata en el pleno extraordinario celebrado en el Congreso el pasado miércoles. El gesto no le hizo mucha gracia al presidente de la Cámara Baja, José Bono, que no dudó en ofrecerle una de estas prendas como regalo.

Sin embargo, el titular de Industria la guardará hasta octubre. De momento, no es algo que contemple en su vestuario veraniego. Aunque más que por cuestiones personales, por una razón medioambiental. De hecho, él también ha tenido un detalle con Bono: un termómetro para medir la temperatura del hemiciclo para que sea consciente de la necesidad de aumentarla y se una a la campaña de ahorro energético que promueve el Ministerio que dirige.

El pasado año, Acciona ya dio el primer paso en favor del ahorro energético recomendando a sus empleados dejar la corbata, el traje y la manga larga en el armario «siempre que las circunstancias de trabajo no aconsejen lo contrario».

La pregunta es: ¿Resulta imprescindible la corbata para vestir bien? En el caso de los políticos, las normas de protocolo e imagen sí que la recomiendan. La temperatura no es excusa. Eso sí, entre julio y septiembre, hay más tolerancia. Una buena excusa puede ser inaugurar una calle en pleno mediodía.

Ayuntamientos andaluces, como el de Málaga, han decidido darle un respiro al complemento estrella del armario masculino y han llegado a un acuerdo con otras administraciones para evitarla, siempre que sea posible. El documento distribuido entre los representantes políticos pone como ejemplo los eventos al aire libre y deportivos, la feria y los toros.

Además, como sólo pretende ser una sugerencia y no una norma, deja la última palabra a los propios responsables, que serán los que acuerden la idoneidad de la corbata de forma previa a las visitas a edificios oficiales de las administraciones públicas y entidades públicas o privadas.

Es lo que tiene el verano. «Todo es más permisible», apunta la asesora de imagen Raquel Alguacil, para quien la corbata está cada vez más en desuso. Pero, como advierte, no basta con quitarla sin más. Por ejemplo, hay unas camisas más apropiadas que otras para llevarla. «Muchos hombres piensan que no van bien si no se ponen corbata, y no tiene por qué ser así. Se puede prescindir de ella y recurrir a otros elementos que también den formalidad, como un pañuelo o una camisa de puños vueltos y gemelos», propone la especialista.

Mucho ha llovido desde aquellos años en los que el chaqué, el sombrero, los guantes y el chaleco eran imprescindibles para ir políticamente correcto. Según el sociólogo y periodista especializado en moda Pedro Mansilla, «la etiqueta del hombre se ha reducido a la mí-nima expresión». «Se depura la elegancia, descartándose lo inútil y dejando sólo lo necesario», observa el experto, advirtiendo de un detalle: se tolera más ir sin corbata que sin chaqueta.

«El uso de corbata ya no está tan arraigado como antes, y no llevarla no está tan mal visto», puntualiza Patricia Rodríguez, experta de la empresa de asesoría de imagen PR Shoppers. En su opinión, esta libertad hace que se empiecen a equiparar las desigualdades de sexo. No son pocos los que se sienten discriminados. «Es cierto que a las mujeres se nos permite más, pero tiene justificación, ya que nosotras podemos ir bien vestidas con un vestido sin mangas y unas sandalias; sin embargo, el hombre no tiene muchas opciones», reconoce Patricia Rodríguez.

No en vano, cada vez más em-presas son partidarias de dar vía libre a sus empleados a la hora de vestirse. En el casual friday está el origen. Una tendencia importada de Estados Unidos que permite a los hombres vestir los viernes de manera más informal. En verano, se agradece, aunque no por ello hay que perder el norte. Existen ciertas normas que siempre hay que tener en cuenta, a pesar de los calores. Prohibido: pantalón corto y zapatos abiertos. Evitable: camisa de manga corta (mejor optar por la de manga larga remangada). Permitido: pantalones chinos, mocasines y, por supuesto, traje y chaqueta.

En cuestión de colores, también existen normas. Según la asesora de imagen de PR Shoppers, lo reglamentario es el tono oscuro, tanto en el traje como en los zapatos. En este caso, si se elige atuendo sport, mejor mocasines. «El color es uno de los aspectos que rebaja la formalidad», sostiene Raquel Alguacil. La experiencia le dice que hay que tener cuidado, sobre todo en esta época, más proclive a las tonalidades intensas.

«No es lo mismo una prenda que otra. A diferencia de la camisa, la corbata es sólo un toque y te permite rojos intensos, fucsias, azules... que favorecen», explica la asesora. En trajes, lo preferible es recurrir al negro, el azul marino y el gris. El marrón y el crudo, sólo en casos excepcionales, y nunca por la noche. Como ocurre con la corbata, ese aire de formalidad, seguridad, profesionalidad y autoridad que transmiten las tonalidades oscuras se pierde con un diseño en colo claro, sinónimo de cercanía.

Al fin y al cabo, se trata de dar una imagen. Aunque el ministro de Industria iba más a por el mensaje. El del ahorro energético. «Vestirse de una forma o de otra es algo personal, tiene que ver con la idea transmitir una imagen determinada», considera el vicepresidente de la Escuela Internacional de Protocolo, Gerardo Correas, que pone como ejemplo a Bill Gates, que, encaminado a un público joven, prefiere los vaqueros y la camiseta. «Lo que ha hecho Miguel Sebastián es utilizar una forma de vestir para lanzar un mensaje; no lo imagino sin etiqueta en un acto oficial», destaca, convencido de que «el calor no es disculpa».

Una ayuda es el tejido, que se aligera. El lino y el algodón son la mejor elección. En calcetines, se recomienda el hilo cien por cien algodón. Y es que los zapatos son imprescindibles en el atuendo masculino. Nada de sandalias, profesionalmente hablando, claro. Hay que distinguir entre un cita entre amigos y una reunión de trabajo. «No hay ninguna norma de protocolo que diga qué es lo correcto y qué no a la hora de vestir. Lo que sí existen son unos códigos de conducta socialmente aceptados que hay que cumplir», mantiene Gerardo Correas, para quien la clave reside simplemente en adaptarse a las personas y al acto en cuestión. «El anfitrión es el que manda».

Fuera de lugar

Correas pone como ejemplo el caso de que, en muchas ocasiones, «se evita la corbata por comodidad, pero puede ocurrir que ir sin ella resulte aún más incómodo si el resto de personas con las que nos reunimos la llevan y nosotros no. Nos sentimos fuera de lugar».

Todo depende del cargo que se ocupe y de la filosofía del lugar de trabajo. Según Patricia Rodríguez, aún existen muchas empresas, más clásicas, en las que es inconcebible ir sin traje ni corbata.

Sin ir más lejos, hace unos meses, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid declaró procedente el despido del comercial de una concesionaria de automóviles que acudió a trabajar varias veces en vaqueros, camisa deportiva y zapatillas deportivas.