Opinion

Por agotamiento político

Ni Zapatero ni Rajoy son dos personalidades hiperdinámicas. Propenden a tomarse un descanso, por lo menos el séptimo día. Rajoy acaba de pasar por un congreso de su partido y Zapatero está a punto de rematar el suyo. Solventados los problemas de qué bañador ponerse y cómo mejorar el bronceado, los políticos ya están listos para irse de vacaciones después de un curso político notablemente agitado. Ciertamente, el hecho central fue la jornada de marzo que acabó por reentregar el poder al PSOE de Zapatero. El curso acaba con esa perplejidad inquieta que generan las crisis económicas en el momento en que todos los indicadores añaden malos augurios. No es de descartar que algunos políticos se lleven a la playa algún manual de política económica para repasar las lecciones más arduas antes de reencontrarse en septiembre con más inflación y paro.

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Ahora necesitan descansar porque, de no ser por el calendario, el curso hubiese terminado casi por agotamiento político. Para Rajoy, hacerse con el control de mandos del PP no ha sido coser y cantar.

Después de las duras labores del congreso de Valencia, ahora le quedan algunos flecos.

Pero lo más peliagudo ya está zanjado. Solo falta por ver que instinto de duración muestra Rajoy.

Siga o no minimizándola, a Zapatero la crisis económica le puede causar un daño político hoy por hoy incalculable. Solbes es hombre de fiar pero el PSOE tiene sus viejos instintos y una extemporánea proclividad al gasto público. Zapatero quizás se refugie en la introducción de nuevas iniciativas respecto a la eutanasia o al laicismo pero las encuestas indican que la percepción de la aparatosa desaceleración económica ya ha calado mayoritariamente en la opinión pública española con lo que las cortinas de humo serían de efecto muy transitorio. Parece que hasta ahora Zapatero nunca había visto de tan cerca el toro, el momento de la verdad. Es lo que pasa cuando uno se acostumbra al paisaje de las vacas gordas. Lo que ahora se constata es que no bastaba con surfear en la fase de crecimiento económico que habían propiciado los gobiernos anteriores. Así como son la globalización y en general la economía de nuestro tiempo, no hay ocasiones para reposar a la sombra y hacer recreo en tareas de tanta porfía como la mejora de la productividad, gran asignatura pendiente de la economía española, y mucho menos cuando la coyuntura mundial presenta un petróleo muy caro y un incremento sustancial del precio de los alimentos.

Toda Europa está en lo mismo pero en casos así los males ajenos consuelan poco. Aquí cada uno tiene que navegar por su cuenta. La globalización y la integración económica europea son para lo bueno y para lo malo. Uno no puede bajarse de esos trenes cuando la locomotora renquea. Los españoles han decidido comenzar a gastar menos en sus vacaciones, aunque con mesura. Como decía una buena señora entrevistada en una playa levantina, si antes nos tomábamos dos o tres aperitivos, ahora solo nos tomaremos uno. Afable talante para afrontar una crisis que va a durar largos meses, meses interminables. De uno u otro modo, en algún momento percibiremos el efecto de la subida de los tipos de interés decidida por el Banco Central Europeo. Mientras tanto, el petróleo será tema de conversación en la piscina, aunque no de tanta intensidad como los comentarios sobre el nuevo lifting de la vecina del quinto.