CRÍTICA DE TV

Shakira

La protagonista de la parrilla del viernes -aunque en realidad ya era sábado- saltó donde menos se esperaba: en La 2. Fue la cantante colombiana Shakira, que actuaba en el festival Rock in Río, en Madrid, cuyos conciertos viene ofreciendo La 2 en extensas sesiones. Era ya medianoche, y fue entonces cuando la cuota de pantalla de la segundona de TVE comenzó a escalar, llegó al 10,3%, incluso al 13%, y terminó por encima de La Primera, Cuatro y La Sexta, y a un tiro de piedra de Telecinco. Es una auténtica hazaña.

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Pocas veces La 2 consigue sobrepasar en cuota a La Sexta y a Cuatro, ya no digamos a TVE-1. Si excluimos al veterano concurso Saber y ganar, ningún otro programa de esa cadena está en condiciones de semejante proeza. ¿Tanto tirón tiene Shakira? Éste de Shakira es uno de esos fenómenos donde inmediatamente saltan a la vista las diferencias generacionales. Lo supe cierta tarde en la que departía, perezoso, con unos cuantos colegas veinte años más jóvenes que yo. Hablando de famosos, y llevado por la frívola molicie del momento, comenté: «A mí Shakira me parece una modistilla -de las de antes- recién levantada, con sus legañitas y su tajadón, los calcetines sucios al pie del catre». Empecé a esbozar una sonrisa malévola, pero se me congeló cuando advertí el gesto de escándalo de la concurrencia; qué digo de escándalo: de santa indignación, como la que sólo suscita la peor blasfemia. Tras el gesto vino el acto: una catarata de insultantes reproches se abatió sobre mi cabeza. Conciliador, abandoné mi frivolidad previa y traté de reconducir el problema hacia términos racionales. Imposible. La cosa se resume en que hay un cierto tipo de varón al que los movimientos sinuosos de Shakira y su voz de gravedad quebrada le resultan altamente eróticos.

Insisto en que estas consideraciones no tienen nada que ver con la calidad artística de Shakira, que evidentemente queda a salvo, sino que se ciñen a los ojos con que uno mira las cosas que pasan por ahí. El planeta de la subjetividad es infinito, y pocas cosas hay más subjetivas que la valoración del erotismo. Basta echar un vistazo a la historia del cine y sus grandes bellezas para comprobarlo. Pues bien: eso pasa con Shakira. Esta muchacha es uno de esos mojones que uno va encontrando en el camino para señalarle, melancólico, el tiempo que va quedando atrás.