RECONOCIMIENTO. Vista general de la calle Antonio González Flores, homenaje de Jerez a uno de sus nietos más destacados.
Jerez

Jerez dedicó una calle al más original de los Flores

La calle Antonio González Flores es uno de los lugares con más vida y movimiento de la zona de Nuevo Chapín

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La calle Antonio González Flores es el homenaje que Jerez le hace a uno de sus nietos destacados. Hijo de una de las mujeres más grandes que ha dado esta tierra, la ciudad no tenía más remedio que recordar, de alguna forma, la figura de este peculiar artista que compuso sus mejores canciones para que las cantara sus hermanas Lolita y Rosario. Antonio Flores González era un gitano que perteneció a una generación distinta. Gitanos modernos de Madrid, más cercanos a la guitarra eléctrica y al rock que a la sonanta flamenca de ciprés. Era un flamenco a la moderna; nuevo, dinámico, algo vanguardista y rompedor con el pasado. Hijo de otros tiempos.

Quizá la calle que lleva su nombre conserva algo de este espíritu vital y contemporáneo. Insertada en Nuevo Chapín y, por seguir con el símil, la ancha calzada parece dibujar, al menos, las cuatro cuerdas de la guitarra de Antonio Flores. Las filas de coches atestan las dos aceras y conquistan la mediana de la avenida, formando cuatro hileras en formación. Son los nuevos tiempos de Nuevo Chapín. «Ahora cada casa tiene cuatro coches -comenta un señor que pasea un ramillete de nervios en forma de perrillo-. Con lo que cuestan mantenerlos pero ahora todos queremos tener nuestro coche». Dispara su opinión y se nos va arrastrado por el perrito al lateral del Instituto Seritium. El centro está más solo que la una porque han llegado las vacaciones y tanto claustro como alumnos han salido disparados.

Pan

Y para los bocadillos que los chicos se zampan a la hora del descanso, está al quite La Talega, un lugar donde es posible comprar una barra de pan por la mañana y de camino saludar a la guapa Lourdes. Bueno, la chica no lleva mucho tiempo en la tienda, según narra. «La verdad es que llevo tres días, estoy en otra tienda de la cadena. Pero como la compañera que lleva la tienda ha tenido un problema he venido a sustituirla», comenta.

La decana de los comerciantes de la calle que Jerez le tributa a Antonio Flores es Fabiola Gallardo. «Llegué hace ahora nueve años, cuando comenzaron a aparecer las primeras familias a vivir. Te puedes imaginar un negocio de productos de peluquería y estética en un lugar tan nuevo», recuerda Fabiola. Sin embargo, el barco fue saliendo a flote y ahora los géneros abundan perfectamente ordenados por las grandes estanterías de la tienda.

La zona es uno de los lugares con más expansión urbanística de la década de los noventa. Eran los tiempos en los que comprar una vivienda estaba dentro de los parámetros de la sensatez. Fabiola deja a un lado sus productos de peluquería y se coloca como vecina que es de la zona. «Comprar un piso a mediado de los noventa estaba entre cinco y siete millones de las antiguas pesetas», afirma. Ahora, preguntando entre vecino y vecino cuánto puede costar vivir en la zona de Nuevo Chapín, se ponen de acuerdo en decir que puede rondar los veinticinco millones un piso de los pequeños. Si lo que se busca es una vivienda de tres habitaciones, puede estar rondando los treinta millones de las antiguas rubias. Es por ello por lo que en tiempos de desaceleración, hay menos carteles de «se vende» en las ventanas de Chapín que geranios en Manhattan.

¿Crisis?

Al menos eso es lo que piensa Ana Caro, que lleva dos años con su bazar. La tienda está bien distribuida y en ella podemos encontrar desde material de papelería hasta colonias, cuchillas de afeitar o algún menaje de cocina.

Ana acaba de salir de la trastienda y nada más escuchar la pregunta de cómo va el negocio no se lo piensa dos veces y comienza su retaíla en torno a los malos tiempos económicos. «La crisis se ha notado, además yo tengo cosas que no son de primera necesidad, y aunque suelo tener siempre productos a buenos precios, la verdad es que las ventas han bajado mucho», explica entre sus productos de papelería y un variado escaparate de pertrechos para ir a la playa. Un poco más allá, está Daniel Brenes con su carnicería. Piensa igual que Ana sobre cómo están las cosas. «Yo tengo un negocio del que no se puede prescindir, pero te digo que desde enero las ventas han ido a menos. Así que la única solución pasa por echar muchas horas al pie del cañón y ofrecer calidad porque la competencia también es dura», comenta Daniel mientras termina de rematar en tacos una falda de ternera.

Los más de doscientos metros de calle tropiezan en un descampado donde la zona se apaga entre jaramagos y una pequeña vereda que Dios sabrá adónde llega. Una pareja joven acaba de bajar de uno de los bloques con sus dos pequeños. «Aquí todo es muy tranquilo, los únicos nerviosos son los niños, que no paran», comenta la señora. El matrimonio se pierde por la anchura de la avenida de Ámsterdam. Al parecer va a tomar el fresco en una de las zonas verdes que se pueden disfrutar por la zona de Chapín.

Entrelaza

En el otro extremo, la calle desemboca en un río de vida que forma el corazón de la zona de Nuevo Chapín. Se trata de la avenida de Lola Flores, que bien podría ser también una metáfora de la desaforada personalidad de la genial artista. La calle Antonio González Flores no tenia más remedio que ir a morir en el seno de la otra calle, la que lleva por nombre el de su madre. Catorce días después del fallecimiento de La Faraona, Antonio decidía quitarse la vida y se machacaba el cuerpo con una sobredosis de heroína en su casa madrileña de Lerele. Se trata de un desenlace oscuro y triste. Una tragedia que marcó la vida de la familia González Flores. Jerez tuvo la sensibilidad de entregarle al cantautor y actor una calle. Una arteria nueva, con muchos jóvenes y con una visión más moderna de la vida, quizá como era Antonio González Flores. Los vecinos piensan que la calle es el reflejo del alma del artísta.