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Irse de Iraq con responsabilidad

Barack Obama se dice dispuesto a pulir su prometida política en Iraq: retirar el grueso de las tropas en 16 meses y dejar solo fuerzas residuales para proteger las fronteras y luchar contra al-Qaeda. Pero el desmentido de ayer, apenas cuatro horas después de hablar al respecto, no ha aclarado mucho las cosas.

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Obama dijo lo que dijo en Fargo (Dakota del Norte). En realidad, todo había empezado hace ya tres semanas, cuando dijo que habría que dejar Iraq «responsablemente». Aunque nadie podría pedirle otra cosa, no se le pide que ordene hacer las maletas y salir a toda prisa, los observadores intuyeron, con razón, que el adverbio «responsablemente» era el principio de un proceso entre semántico y político destinado a hacerse con parte del centro político.

Hay que recordar, en todo caso, que la hostilidad de Obama a la guerra es de orden práctico, no jurídico o moral. El senador (que no lo era cuando fue votada la invasión en 2002) se opuso a la guerra claramente, pero entonces era sólo un legislador en el Parlamento de Illinois. Edward Kennedy, por ejemplo, si votó en contra con un escueto puñado de senadores más entre los que tampoco estaban ni John Kerry, ni John Edwards, ni Hillary Clinton; los tres candidatos a la investidura presidencial demócrata más tarde.

Obama repitió el jueves en Fargo sus críticas en el orden técnico en que siempre lo ha hecho: «un disparate estratégico», un error resumido en la célebre sentencia (de Kennedy y atribuida a Kerry) de «la guerra equivocada en el lugar equivocado» (Afganistán debería haber suscitado el gran esfuerzo, no Iraq).

Y no dijo ni palabra sobre el acuerdo estratégico bilateral que Washington está poniendo a punto con Bagdad para quedarse a largo plazo en el país cuando expire el año vigente y que, en teoría, ata las manos del próximo presidente y le deja hecho el trabajo. Esto también merece una explicación del candidato.