JEREZANOS. Curro y Pele, Navajita Plateá. / CRISTÓBAL
Cultura

Estreno agridulce

Navajita Plateá y Pata Negra abrieron el jueves con más sombras que luces el ciclo de Noches de Bohemia

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La música volvió a llenar la noche del jueves el Alcázar. Llegó el verano en el que de nuevo se pudo disfrutar de los acordes de las guitarras en un escenario enmarcado por la imagen de la torre octogonal del complejo histórico artístico. Lástima que ninguno de los artistas elegidos este año para dar el pistoletazo de salida al ciclo de Noches de Bohemia estuviera a la altura de las circunstancias.

La noche se prometía flamenca con los jerezanos Navajita Plateá, que atrajeron al concierto a un buen número de seguidores, y con Rafael Amador al frente de la mítica Pata Negra. Pero fue tibia, poco sorprendente y a ratos hasta desasogante.

Curro y Pele salieron primeros, y tal vez ahí estuvo el principal traspiés de la noche. Todo habría sido distinto si los Pata Negra hubieran abierto el fuego, si el público hubiera disfrutado de los clásicos de la banda sevillana, para dar paso luego a los locales que, sobre todo en la última parte de su actuación, se entregaron con ganas arropados por algunas de sus canciones más conocidas como Desde mi azotea.

Un buen momento llegó también con la entrada en escena de Antonio de los Ríos, autor del famoso Noches de Bohemia que presta su nombre al ciclo y que fue uno de los temas más coreados de la noche. Lo peor, sin duda, fueron algunas de las licencias teatrales de los Navajita. Inclasificable la guitarra Gibson llevada en un paso de Semana Santa.

Y llegó el turno de Rafaelillo, del que muchos defienden que es más artista que su hermano Raimundo, con un gran toque de guitarra -sobre todo cuando cae en sus manos la eléctrica-, una locura y unas canciones que sus incondicionales adoramos. Camarón, Yo me quedo en Sevilla, Yo quisiera ser o Todo lo que me gusta es ilegal... recordaron lo que es y lo que ha sido Pata Negra.

Faltaron algunas (Pasa la vida y Lunático), pero es que Rafael ya no estaba para nada más. En el escenario se pudo ver todo lo que lo ha hecho mito: su arte y su autodestrucción. Y eso que los que fueron a verle no pedían más que unas cuantas canciones de las de siempre. Pero también tuvieron una buena dosis de su lado oscuro, la visión de que el tiempo y los excesos no pasan en balde y hasta una disputa con el guitarrista Andrés El Pájaro, que abandonó el escenario para no volver más.

Pese a todo, así se forjan las leyendas del rock, y los pocos que aguantaron podrán decir que vieron en directo a ese grupo único, pionero, salvaje y valiente.