Diez años del 'caso Festina'
Los hechos que sucedieron en el Tour de 1998 no cerraron una herida que ha seguido supurando hasta ahora, llevando al ciclismo a una situación límite
Actualizado:El 11 de julio de 1998, el Tour de Francia tenía un comienzo inédito, en Dublín, una de esas salidas espectaculares que les gusta a los organizadores franceses, que de esa forma iban a seguir exportando la marca Tour por toda Europa. Era una carrera que nacía marcada por varios motivos. El primero de ellos, la detención en la frontera franco-belga del masajista del equipo Festina, el belga Willy Voet, al que arrestó la policía francesa de aduanas con un coche lleno de productos dopantes. Era el masajista personal de Richard Virenque. Según la policía gala, el día 9 de junio, en el coche del equipo Festina que debía de embarcar en el ferry para llegar a Dublín, encontraron 250 dosis de EPO y 100 de anabolizantes.
Tardaron muchas horas en decir que le habían detenido. Las suficientes para que Voet tuviese tiempo de darse cuenta dónde se había metido. Él había hecho lo que venía haciendo desde hace tiempo. Bueno, él y otros muchos. La policía comenzó a tirar de un hilo que dejó muchos cadáveres en el camino. Un chivatazo, dicen que proveniente de algún equipo francés, por envidias y venganzas, daba comienzo a otra carrera paralela a la del Tour, que estuvo a punto de terminar con la histórica prueba gala.
Deportivamente, en París acabaría ganando Marco Pantani. A nivel extradeportivo, Dublín se convirtió en la mecha de un polvorín que dejó muy tocado al ciclismo , primero, y al Tour. Hasta hoy. Acabó conociéndose como el Tour del caso Festina, a pesar de que pasaron muchas cosas. Vimos cómo la policía se llevaba detenido en una llegada al director del equipo Festina, Bruno Roussel. También acabaría en comisaría el médico belga de la formación, Erick Rijkaert, que fallecería pocos años después víctima de un cáncer.
Ese comienzo desataría una locura de carrera, fuera de la carretera. Hace diez años fue cuando la policía comenzó a convertirse en una invitada especial en los hoteles del Tour.
Constelación de rumores
El ambiente en el pelotón se iba crispando cada día que pasaba.
La organización del Tour presionaba al equipo Festina para que se retirase. Miguel Moreno, que también acabó en comisaría, tuvo que hacerse cargo de la formación durante la carrera.
Finalmente, en Brive la Gaillarde, Festina era expulsado. Junto al héroe nacional Richard Virenque, el líder de una formación muy potente, estaban Laurent Brochard, Laurent Dufaux, Pascal Hervé, Armin Meier, Christophe Moreau, Didier Rous, Neil Stephens y Alex Zulle.
Richard Virenque, envuelto en un torrente de lágrimas, daba una urgente conferencia de prensa en Merygnac, para explicar lo inexplicable.
Llegarían todavía más despropósitos. En Albertville, mientras cenábamos, vimos un gran despliegue policial frente al hotel que ocupaba el TVM holandés. Se llevaron a todos los corredores del equipo para hacerles análisis capilares. Dos días después se retiraban los que seguían en la carrera francesa.
El Tour era una constelación de rumores; las noticias no estaban en la carrera, sino en los juzgados, alejadas de todo lo que sucedía en la carretera.
Veríamos todavía muchas más situaciones kafkianas. El líder de la montaña, el italiano Rodolfo Massi, que era además séptimo en la general, terminaba detenido por una delación. Comenzaban a funcionar los chivatos, en la mayoría de los casos para salvar su pellejo. A Massi le tuvieron tres días detenidos. Dijeron de él que se dedicaba a vender productos dopantes a otros ciclistas. Nunca fue demostrado.
La carrera, parada
La policía no probó nada y Massi lo perdió todo. Allí se acabó su carrera profesional. El 29 de julio se disputaba la etapa Albertville-Aix-les-Bains. El Tour se paró. La carrera estaba rota. Los corredores se bajaron de la bicicleta.
Laurent Jalabert, el ciclista que más dio la cara, el que se implicó a fondo en todo, apoyado por la ONCE-Deutche Bank y por su director, Manuel Saiz, abandonó el Tour. Y con él, todo su equipo. En la llegada, Kelme y Vitalicio Seguros también comunicaban que dejaban la prueba. Hubo un momento en el que Jean Marie Leblanc se vio acorralado, incapaz de detener lo que podía considerarse una revolución en una prueba como el Tour. La mayoría del pelotón quería dejar el Tour, no llegar a París.
Los organizadores maniobraron bien para sus intereses. Bjarne Rijs, corredor del Telekom, que había ganado el Tour de 1996, vendió a sus compañeros. La etapa se anuló, pero la mayor parte de los ciclistas llegaron a Aix-les-Bains. Los equipos españoles dejaron la prueba, en algunos casos más por presiones periodísticas que por convicción propia. Los que más dieron la cara fueron los corredores de la ONCE. Quienes recuerden lo que sucedió en aquel Tour podrán sacar conclusiones de lo que llegó años más tarde al mundo del ciclismo de competición
A Bjarne Rijs, salvador de la carrera, le nombraron persona non grata hace tres años cuando fue descalificado como ganador de la prueba al reconocer los corredores del Telekom que se habían dopado en la época en la que el danés ganó el Tour, una carrera que no perdona a nadie, ni siquiera a quien ayudó a salvarla en uno de los momentos más críticos de su historia. Marco Pantani y Jan Ullrich ocuparon los dos primeros lugares en París. Ellos dejaron tirados a muchos de sus compañeros. La historia, en unos casos la personal, y en otros la deportiva, no acabó siendo muy benévola con ninguno de los dos.