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VICTORIA. Uno de los hijos y la víctima tras el juicio. / O. CHAMORRO
EL PUERTO

Diez años y medio de prisión por tratar de matar a su esposa a puñaladas

El condenado dijo en el juicio que la víctima, que es sordomuda, se había autolesionado, pese a que la mujer presentaba heridas en la espalda

SILVIA TUBIO
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Una relación sentimental salpicada constantemente por episodios de malos tratos, amenazas y finalmente un intento de asesinato. Durante 30 años ésta ha sido la experiencia matrimonial de una vecina de El Puerto, que por dos veces denunció a su esposo; la última vez tras ser apuñalada por su pareja en septiembre de 2006. La Audiencia Provincial lo juzgó el pasado 9 de junio en una vista oral en la que la fiscal delegada de Violencia de Género, Lorena Montero, definió el caso de «espeluznante». Por eso, aumentó la petición de pena inicial de 12 a 15 años. Ayer se conocía la condena impuesta al acusado Antonio Montero Espinosa: diez años y medio por intento de asesinato (nueve años) y maltrato continuado (18 meses).

La víctima estaba en una situación especialmente vulnerable frente a su agresor, como relataron a este medio los dos hijos mayores de la pareja, que también testificaron en el juicio. Es sordomuda y dependía económicamente de él. Por eso, criticaban que las prestaciones por su condición de maltratada no las había percibido aún a la espera de que se dictara una sentencia firme. Esta mujer pudo con muchas dificultades explicar ante el tribunal que en septiembre de 2006, en mitad de una discusión provocada por el marido, éste agarró un cuchillo de cocina de 31 centímetros de hoja y la apuñaló en la espalda, el tórax y el abdomen. Ella salió de la casa ya herida y logró alcanzar la puerta de unos vecinos, que la oyeron pidiendo ayuda. Cuando abrieron la puerta, la mujer, llena de sangre, se desplomó en el suelo.

Estas personas también explicaron ante el tribunal que la introdujeron en su casa y cerraron la puerta para que el agresor no entrara. Desde allí llamaron a la Policía y los servicios sanitarios. La pareja de agentes que llegó en primer lugar al domicilio de la víctima relataron que encontraron a Antonio Montero muy tranquilo. La fiscal incidió en un aspecto para subrayar la frialdad del procesado, y es que mientras su esposa era atendida en casa de los vecinos, él se había aseado para quitarse las manchas de sangre.

El abogado de la defensa trató de arrancar una condena por lesiones, apelando a que las heridas no habían sido de gravedad y que eso demostraba que su cliente no había tenido intención de matar a su esposa. Pero el acusado llegó incluso a negar la agresión y sostuvo que su esposa se había autolesionado pese a que presentaba unas puñaladas, que según el forense, no pudo habérselas provocado ella misma.

Sin embargo durante el interrogatorio que le hizo la fiscal, modificó en parte esta versión diciendo que le había pegado unos pequeños golpes en la espalda con un cuchillo que usó para defenderse.

El perfil de la víctima que se dibujó en el juicio casa con el de muchas mujeres que sufren malos tratos. Sus hijos pusieron voz a su vivencia describiendo cómo su madre permitió al agresor regresar a su casa, tras la primera denuncia, por miedo; cómo uno de ellos había colocado un pestillo en su habitación para que su padre no entrara mientras dormía; o el hallazgo de tres cartas en las que anunciaba que iba a matar a su familia y que después se suicidaría.

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