Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
MÁS FÚTBOL

Apoteosis de la marea roja

Cerca de un millón de personas colapsó las calles de Madrid para acompañar a sus héroes

AMADOR GÓMEZ JULIÁN ÁVILA
Actualizado:

Lo nunca visto. Madrid se desbordó para homenajear a los campeones de Europa. Cientos de miles de aficionados, cerca de un millón de personas, se echaron a la calle, en una jornada apoteósica. La marea roja invadió la capital para festejar con la selección española, en otra tarde-noche de locura colectiva, la Eurocopa conquistada en Viena. La afición colapsó las calles de Madrid para vivir junto a sus héroes un día inolvidable. Fue la mayor manifestación deportiva jamás vivida. El We are the champions y el Campeones! Campeones! volvieron a retumbar en la Plaza de Colón, donde al grito de «¿a por ellos!», y con cánticos a favor de Luis Aragonés, futbolistas y aficionados vivieron una fiesta memorable.

Los jugadores mantearon al seleccionador, esta vez en Colón, justo antes de rendir su particular homenaje a Genaro Borrás, el médico de la selección fallecido hace un mes y medio. «Va por ti Genaro», rezaba la pancarta, quienes también dieron un gran espectáculo sobre el escenario, con el portero Reina como principal protagonista. No faltó el «Que viva España» cantado por Manolo Escobar, con los jugadores cantando y alguno de ellos dando palmas, entre ellos, el capitán Casillas, que también un detalle especial con Luis Aragonés. «Esta Eurocopa es vuestra, y hay una persona que nos ha llevado hasta donde estamos, que es Luis Aragonés».

«La Copa de Europa la ha ganado un equipo, y para vosotros, para todos los que estáis aquí. Tengo el mejor equipo del mundo. Así me lo han demostrado», gritó por su parte el veterano técnico a una muchedumbre que era víctima del delirio y las alucinaciones.

Unión total

Precisamente, Luis Aragonés y Casillas ya quisieron demostrar la unión del equipo cuando salieron juntos del avión que les trasladó de Innsbruck a Madrid con la copa, que ambos levantaron al aire nada más pisar la escalerilla. Primero el seleccionador. Después, el capitán, ataviado con una camiseta amarilla, el mismo color que llevaban los otros dos porteros, Reina y Palop. El resto de jugadores llevaban las camisetas rojas oficiales y se dirigieron al autobús descapotable con la leyenda «España siempre». Venían de cantar en el avión el «Yo soy español» y gritar «Luis, renovación» y «Míster, quédate». «Estoy tan lleno que ahora estoy un poco emocionado», reconocía entonces Luis Aragonés.

Tras abandonar el avión en el que destacaba la palabra Campeones, no tardaron en subir al autocar, pero allí arriba sí que pasaron varios minutos antes de partir, porque ante tanto calor, los futbolistas decidieron recuperarse con un refrigerio. La mayoría, con coca colas. Algunos, con cerveza. Los cubitos de hielo, las latas y el trofeo de campeones pasaban de mano en mano mientras Villa, con una cinta roja en la cabeza y muchas ganas de juerga, animaba micrófono en mano. Fueron los momentos de particular botellón. Por fin arrancó el autobús en dirección al centro de Madrid por la A-2, donde cientos de personas poblaban los pasos elevados.

Durante el trayecto, Sergio Ramos, con una bandera de Andalucía, se puso la camiseta en homenaje a Antonio Puerta, y Fernando Torres sacó una bandera de España con el escudo del Atlético. Los campeones no dejaban de saludar a los seguidores. Al cruzar el primer luminoso destinado habitualmente a las incidencias de tráfico, fueron recibidos con un merecido Felicidades campeones.

Luis botó y bailó

Les quedaban unos pocos metros para ver lo mejor y ser sorprendidos por un reguero de seguidores que ataviados con camisetas rojas que enarbolaban banderas de España, muchas de ellas con el toro. Luis Aragonés, con otra bandera en las manos, correspondía con aplausos y los futbolistas se pasaban el trofeo conquistado para ofrecérselo a la afición. Las jovencitas corrían enloquecidas tras los jugadores. «Calle de la madre que parió a Casillas», llevaba una de ellas en su mano.

Sentado en lo más alto de la parte frontal del autocar iba el guardameta, y tras él, Ramos. Al otro lado, Torres, otro de los más aclamados. La afición gritaba: «Que bote Luis! Que bote Luis!». Y el seleccionador botó. Reina, calificado como «el más cachondo de la selección» por el speaker, llevaba el peso de la fiesta en ese autobús que se presentó en la Plaza de Colón, el epicentro de la Eurocopa, a las nueve y cuarto de la noche.

El cansancio no existía. También bailaba Luis, contagiado por unos jugadores que se resistían a bajar del autocar. Al fin lo hicieron, para subir a un escenario en el que se vivieron escenas únicas, con Reina de improvisado y genial speaker, dejándose la voz ante una afición, formada por mayoría de gente que no había nacido en 1964, que se volvió loca con sus nuevos ídolos. La final nos dejó una historia y mil imágenes. Una avalancha de momento felices, barnizados de risas, de llanto, de emoción, de sudor. LA VOZ vivió con los campeones los instantes posteriores a la consecución del título, desde el césped hasta que se subieron a un avión para trasladarse a Neustift, donde celebraron la primera fiesta.

Fue ahí donde se produjo el momento más emotivo de la noche, por encima de cualquier hecho materialista o triunfalista. A Luis le tocaron la fibra los jugadores, como en Las Palmas, después de lograr la clasificación para este Europeo.

Fue en el avión, camino de Innsbruck. En las alturas, sin medios de comunicación ni cámaras ni grabadoras. Los 23 chavales le pidieron a Ángel María Villar la continuidad de Luis Aragonés en el cargo de seleccionador. El grito fue «Luis no se va; Luis, renovación. Si no renueva el míster no volvemos». Fue un momento intenso y denso. En una zona de la nave el técnico intentó tragar sin perder la compostura. Apareció el nudo en la garganta, a la vez que los segundos se convertían en interminables.

Algo peor lo pasó Fernando Hierro. El director deportivo no mantiene una buena relación con el actual cuerpo técnico y el alegato de los futbolistas tenía el mismo efecto que un clavo en la planta del zapato.

La madrugada fue distinta para Hierro. Se borró de la fiesta. Lógico. No se encontraba en el escenario más plácido y posiblemente tendría que aguantar alguna que otro mirada poco recomendable.

Horas antes, en el antiguo Prater quedaron las mejores fotos para todos los aficionados y los españoles. La camiseta de Arconada, la de Puerta, la ducha de Villa a la prensa, el rescate de Puyol a Luis, el robo de balones,...