El búnker resquebrajado
El meta Lehman, el mejor de su equipo, salvó de la ruina total a una Alemania traicionada por la defensa
Actualizado: GuardarEsta Alemania no tiene defensa. Le queda Ballack. Pero cuando el capitán, disminuido físicamente, se fundió, la iluminación teutona se apagó. El otrora inexpugnable búnker, resistente a mil ofensivas, se resquebrajó por la velocidad de Torres y el empuje de la medular más creativa del fútbol mundial. Lehman, por una noche en vena de aciertos, tapó las brechas y evitó la debacle de un conjunto al que sólo mantuvo en pie la fe ciega en sus posibilidades y la fuerza de voluntad.
La revolución modernista de Klismann, continuada por Löw, es un invento de frágil cimentación por la zaga. En la noche de la reconquista española, el fantasma de los Schwarzenbeck, Beckenbauer, Vogts, Sammer, Matthäus, Stielike, Kohler o Förster recorrió el estadio Ersnt Happel con la añoranza del cinturón de hierro perdido. En cinco partidos, este gigante sin guardaespaldas ha recibido siete goles (dos de Croacia, dos de Portugal, dos de Turquía y el histórico de Torres), cuatro más de los de la Eurocopa conquistada en 1996, su último título, antes de quedar abierta por reformas.
La lenta, torpona y farniente defensa teutona fue un caramelo para el niño rojo. 'Ronquidos' y 'Marcha Lenta', como les llaman en su país a Metzelder y Mertesacker, padecieron una pesadilla en el viejo Prater. No sólo por velocidad y potencia. Torres les ganó la partida a los tranquedos de blanco hasta por alto. Se elevó por encima de Mertesacker y cabeceó al poste de un batido Lehmann, quien minutos antes había sacado con un paradón un desvío a propia puerta del susodicho. Si el barbudo Mertzelder nunca llegaba a las coberturas, 'Torrespaña' podía hasta con el veloz Lahm para inaugurar el marcador.
Al final Ballack formó parte del once titular. Era dar mucha ventaja al adversario prescindir del capitán. Su sola presencia en el campo es un plus moral. Un acicate, una motivación y un estímulo suplementarios en una formación sobrada de mentalidad ganadora. Aquejado de molestias musculares en el gemelo derecho de origen desconocido, el equipo médico lo tuvo 72 horas entre algodones y le administró calmantes para soportar el dolor. El brazalete de mando adornó una vez más la camiseta del maldito número 13 que no se había perdido ni un solo minuto del torneo.
Sigue su maleficio
Ballack llegó sonriente al frente de sus tropas a los vestuarios del estadio Ernst-Happel, mascando chicle despreocupado. Se había evaporado la maldición que le acecha cada vez que avizora una final en el horizonte. Pero el destino le mantiene condenado a presentar en blanco su palmarés internacional cuando se dispone a cumplir 32 años a principios del otoño.
Muy metido de salida en el partido, como todos sus subordinados, Ballack apareció a los siete minutos con un autopase con el que se fue de Puyol. Pero se caracterizó sobre todo por el montón de patadas que soltó a diestro y siniestro, a Xavi y Cesc, fiel a la estadística que le señala como uno de los futbolistas más faltón del torneo. Castigado a los doce minutos por Marchena en la pierna mala, al descanso ya se fue con una tarjeta amarilla, compartida con el acusica Castillas, y una brecha en la comisura de la ceja tras chocar con la cabeza de Senna.
Con su capitán vestido de corto, Löw mantuvo el dibujo táctico que ha rediseñado a su medida sobre la marcha durante la competición en una prueba de que la flexibilidad y la rectificación no están reñidas con el orden, el rigor y la rigidez atribuidos a los teutones. Se trata de un 4-2-3-1 estrenado en cuartos contra Portugal, lo más parecido a España en el almacén, respetuoso de la tónica dominante en esta Eurocopa de jugar con un único punta.
A la hora de jueg el 'doctor Jogi' volvió al 4-4-2 que había empleado en la primea mitad del torneo al secundar al desasistido Klose con el ingreso de Kuranyi. La 'Maanschaft' ganó mordiente y empezó a cobrarse faltas peligrosas en las inmediaciones del área. Su juego adquirió mayor verticalidad y recuperó sus señas de identidad: pase largo interior y centros desde las bandas con incorporaciones de los carrileros. El riesgo de la nueva organización fueron las contras españolas a cada pérdida de balón en un centro del campo menos poblado.
El cambio de sistema coincidió con la desaparición de Ballack, hundido tras írsele un disparo junto al poste en el minuto 60. El capitán '13' rumia ahora su infortunio entre las ruinas del búnker resquebrajado.