Terapia de humo
Cádiz acoge una 'fumada lenta' del Andalucía Pipa Club, donde 17 socios compitieron para ver quién mantenía más tiempo la brasa encendida
Actualizado:A la misma hora que los accesos a las playas de la provincia se atestaban de coches cocidos a 40 grados; justo cuando la mitad de los gaditanos se aplastaban contra la arena buscando en el sol del sábado un remanso de paz y, en el agua del mar, un remedio capaz de cicatrizar las heridas de toda la semana, 17 valientes retaban en Cádiz al nervio cotidiano con su terapia de humo.
El Andalucia Pipa Club, precedente -sin saberlo- de ese movimiento slowly que predica la vida pausada y alaba sin complejos las virtudes de la tortuga, celebraba, en el Parador de Buenos Aires, una fumada lenta. El ritual -medido al milímetro- encierra el protocolo que exigen las buenas maneras, pero guarda, además, un curioso punto competitivo. Hay que disfrutar del «sabor social» del buen tabaco, a la vez que se intenta mantener la brasa encendida el mayor tiempo posible.
A la hora convenida -16.30 de la tarde-, los 17 fumadores lentos desenfundaron sus pipas («nuevas, iguales para todos»), descargaron tres gramos exactos de tabaco pesado y, con el mandato estricto de usar como tope dos cerillas, se entregaron «al deleite de la conversación».
Manuel del Valle, presidente de la asociación, explica que fumar «no es el fin, sino el medio» para disfrutar «de la tranquilidad y el reposo que brinda el diálogo con los demás», a la vez que se recupera el espíritu inicial de consumir tabaco, «disfrutar de su sabor, ya que nosotros no somos adictos, sino amantes de sus matices».
«Muchos siguen las tradiciones, pero realmente no saben de donde proceden ni a qué se deben. He ahí la muestra de la ignorancia. A nosotros nos las enseñaron, nosotros las vivimos y mañana, nosotros las enseñaremos. Éste es el sentir de la tradición», defiende como principio de sus estatutos.
A medida que los tres gramos se convertían en ceniza, los 17 fumadores lentos divagaban animadamente sobre lo divino y lo mundano, se contaban cuentos, chistes o compartían sus recientes experiencias de humo.
«Sólo hay dos temas tabú, que no podemos tocar bajo ninguna circunstancia, porque todos tendemos a alterarnos con ellos y eso atenta contra el valor mismo de nuestro ritual», aclara del Valle. Ni fútbol ni política. Jamás.
Una hora y 26 minutos después, de las 17 pipas iguales que entraron en liza, una sola guardaba la brasa. Su dueño, Jesús García, de El Puerto, lo había conseguido. El rey de la liturgia, plenamente satisfecho, le quitó importancia al galardón y animó a sus compañeros a continuar con la tertulia. «No somos unos enganchados al tabaco», explicó. «Lo somos de los buenos momentos que provoca».