Borrón y cuenta nueva

a la impresión de que a los defensores de ganar en un juzgado lo perdido en los estadios ya se les han olvidado los disgustos semanales que se ha merendado el aficionado esta temporada. Resulta curioso que los que entonces elogiaban la valentía de Alberto Benito por colocar a Oli de técnico (menudo batacazo) sean los que ahora defienden que el club evite su destierro gracias a la más que sospechosa negligencia del Hércules. Esto del fútbol comienza a apestar hasta unos límites insospechados. Todo vale mientras el mercantilismo reinante salga a flote y por el camino se hundan profesionalidad y ética, términos que no aportan nada a los índices de venta y de audiencia. En este paisaje tan desolador es cuando los mediocres se sienten a sus anchas, aprovechándose del caos reinante entre los que deberían estar aquí para contar la verdad y no para ponerse delante de un teclado vestidos de azul y amarillo. En fin, que cada uno haga apología de lo que considere más oportuno para sus intereses, siempre que la conciencia le permita dormir tranquilo y todo sirva para que la ciudad más antigua de Occidente no se hunda un poco más. A pesar de tamaña desazón y a fuerza de analizar a regañadientes lo que se juegan los gaditanos -estar en Segunda B es un desastre de incalculable valor económico- es conveniente hacer (y sin que sirva de precedente) borrón y cuenta nueva. Si finalmente conseguimos lo impensable, tras el dramático fallo de Abraham Paz, disfrutemos de un minuto de algarabía antes de exigirle a estos señores que se pongan las pilas de una puñetera vez, recuperen la profesionalidad perdida no hace tanto tiempo y sitúen a este club en el peldaño que se merecen esos cadistas decentes que acuden a Carranza simplemente a pasar un buen rato con su equipo. De lo que ha venido ocurriendo últimamente más allá de los terrenos de juego, mejor ni enterarse para no echarse a llorar.