Por donde el ejército de la vida pasa sin tregua
Los más de treinta años de la avenida del Ejército en Jerez son ya casi la significación de un lugar emblemático
Actualizado: GuardarDos rotondas la flanquean a ambos lados. Por un lado la recientemente estrenada y que está dedicada a don Álvaro Domecq y Díez, y, por la otra esquina, una rotonda con chorros de aguas que aportan su colorido a la zona. Sus chisporroteos cristalinos también refrescan la soporífera tarde de un día de junio, y es agradable el espectáculo de los chorros de agua que suben y bajan, formando un manto de microscópicas burbujas que, bajo la luminosidad del sol, parecen la cola abierta de un pavo real con sus plumas multicolores.
Pero alrededor de ambas rotondas lo que se aprecia es tráfico, mucho tráfico diría cualquier viandante. A las orillas de la avenida está el añejo parque González Hontoria, soporte de la Feria cuando llega el mes de mayo, y los bloques de El Bosque, que son unas construcciones de viviendas hechas como si fueran recortables, con afinadas esquinas que sobresalen por los balcones como un capricho arquitectónico.
Abajo está la vida. La vida de los coches y la de las personas. Algunos chavales pasan con un balón de baloncesto en busca de unas pistas de deportes que se pueden observar en los interiores de la urbanización. Van hablando del último ídolo jerezano y, quizá, en un futuro, monumento que la ciudad se debería plantear: Dani Güiza lanzando una flecha imaginaria a la escuadra de la portería contraria. Gran arquero el jerezano. Por otra de las galerías, una chica sale de su trabajo como asistenta del hogar. Se nota porque lleva el uniforme dejado caer en su brazo izquierdo.
Está claro que no es Feria y que en la galería inferior de El Bosque hay poco ambiente. Eso sí, llega un cierto olorcillo a cocina andaluza de la buena de verdad. Se trata del Mesón Don Paco, que desde hace diecisiete años ha logrado sacar de sus fogones algunos de los platos más deliciosos de Jerez. Comenzó Francisco Pérez Jaén con un pequeño supermercado donde iban a parar las mejores materias primas. Su hijo Juan Antonio recuerda todavía a su padre comentando que «afortunadamente, mi padre supo evolucionar con el negocio y logró, después de tener el supermercado, montar este restaurante que tiene su prestigio, al menos eso digo yo, aunque para eso hay que venir y probar». Las milhojas de bacalao al pil-pil o el braseado de verduras y hotalizas son algunas de las propuestas de la cocina del Mesón Don Paco, el auténtico, según dicen sus propietarios, «el de siempre», apostillan.
En la floristería El Bosque está Isabel Rodríguez. Las orquídeas se dan la mano con los tulipanes; o los bellos centros de mesa que salen de la trastienda se relacionan con las exquisitas y bellas rosas aterciopeladas.
Sin rejas
La floristería lleva nada menos que veintiocho años abierta. «Fuimos los primeros en llegar aquí», comenta Isabel mientras que con un pulverizador le pega un repaso a un verde ramo. Conoce lo que fue antes y lo que es ahora este lugar. «Recuerdo cuando los coches aparcaban en el mismo parque González Hontoria, cuando no había ni rejas ni puertas. Ahora la cosa de aparcamientos está bastante mal», afirma la florista. El runrún de los coches ha quedado apartado y entrar en la tienda de Isabel parece un vergel de sosiego. «Bueno, aquí estamos porque tenemos ya una clientela de muchos años. Vienen jerezanos de todas partes y ahora, por ejemplo, en estas fechas, lo que preparamos son muchos centros para celebraciones, o ramos de novias», explica.
Vuelta a salir a los pequeñas terrazas que están justo debajo de las altivas torres de El Bosque y nueva bofetada de calor que sube por los poros del subsuelo. El ruido de los motores no para. El tiempo no pasa gratis. Lo que antes eran lugares habituales para los más sibaritas jerezanos, ahora se han convertido en negocios semicerrados o traspasados a otros propietarios. Es el caso del bueno de Pepe Sierra, un hostelero como pocos, gran profesional y excelente restaurador. Pepe hace más de un mes que ha cerrado su negocio de muchos años, ubicado en El Bosque: Las Doñas. Ya no huele a los rebozados de sus pescados de la Bahía ni a carrillada pura. Pepe nunca entendió eso de la cocina de vanguardia, y en su restaurante se comía como en casa. Esperemos que Jerez pueda recuperar a este gran profesional, porque los que hemos probado sus excelencias culinarias lo echamos de menos, la verdad.
Pepe Castaño
Traspasada fue también la peluquería con más influencia de la ciudad. Tanta, que en ocasiones llegó a ser un casi un lobby. Durante muchos años, Pepe Castaño estuvo pendiente de que muchas personas de la ciudad estuvieran con el corte exacto de pelo. En la esquina de El Bosque, Castaño movía su tijera mientras se arreglaba el mundo. La peluquería de Pepe tenía su punto, qué duda cabe. Era el lugar donde las noticias llegaban antes que a las redacciones de los periódicos. Y algunas veces, hasta antes de que éstas se produjeran.
Este gran profesional, escritor, cofrade del Nazareno y hombre comprometido con la sociedad y con los más necesitados, tenía su cuartel general justo en El Bosque. Cabelleras grandes, apaisadas y con poco pelo, pasaban por delante de sus grandes espejos no sólo para recuperar un aspecto más despejado, sino también para pedir un consejo, a ponerse al día de cualquier noticia o a simplemente disfrutar de la amigable charla de Pepe, un gran conversador por otra parte. Ahora el negocio lo regenta Joaquín Souto. «Soy familia de Pepe Castaño y le compré la parte de la peluquería de caballeros. Ni tan siquiera le he cambiado el nombre al negocio, así que sigue llamándose la peluquería de José Castaño. Trabajé para él muchos años, y sin duda hemos sido alumnos suyos», comenta Souto con visible orgullo. Han entrado dos señores que esperan a que el peluquero dé la orden de sentarse. Allí todavía está el recuerdo de Pepe Castaño, que ahora disfruta de un merecido descanso tras una dilatada trayectoria profesional.
Los coches no paran cuando se sale de nuevo a la calle. Suben y bajan sin parar. Y el calor parece no cesar tampoco. Tiempos de hogueras, días de calores. Un señor que pasea dice que «la nochecita será buena de calor», y no le falta razón, porque ya se sabe que en Jerez, cuando pega, pega de verdad.
Al fondo se escucha el jaleo de un gol imaginario. Tendrá que ser Güiza que ha vuelto a ser una de las suyas.
Qué duda cabe que si la calle tuviera una tercera esquina, ya tendría a un arquero como aspirante a ocupar el centro de la misma. Se lo está ganando a pulso, desde luego. Ya llegarán tiempos mejores. Con las dos rotondas, más la del arquero, y los caballos del depósito de sementales relinchando de fondo, tendríamos un Jerez puro y esencial.