Sexo en Cádiz
R escribir nuestra relación histórica con Italia ha hecho que cale en mí el pensador romano Gattuso (Quien nace cuadrado no muere redondo). Les aseguro que esta pamplina no es inventada, tan cuadrado he salido que la he soñado (un inconsciente totalmente permeable al género), les cuento: es mediatarde y tengo concertada mi boda en el Oratorio, pero por lo civil, la oficia Gaspar Zarrías. A la hora de la verdad escucho entre el gentío: «Que bastinazo, pisha, una boda»; miro el anillo ese de los fenicios, el de los atunes, me acobardo, lo tiro y huyo por Santa Inés, San José, y me refugio en Raymundo hojeando un libro, y allí, entre las hojas (americano total) encuentro mis votos escritos... Ffffff. Me despierto sobresaltao, tú, y abrazo a la parienta («Que pesaíto, hijo...»)
Actualizado:Esto me está pasando desde que vi Sexo en Nueva York, y es que los sentimientos son tan universales que resulta fácil identificarse con la casuística que se da en sus personajes, que de verdad, si metemos aquí en un rodaje a una prejubilada de la Fábrica de Tabacos, a una señora que limpia escaleras por horas para Acudo, a una desacelerada empleada de inmobiliaria y a una enfermera de San Rafael, podríamos desatar las mismas pasiones en La Viña que en Manhattan... Hombre, cambiando dos o tres detalles: lo del ático en Park Avenue va a tener que ser un lavadero en un cuarto sin ascensor en Portería de Capuchinos (ahí hay que tener el buen gusto de no darle esa sorpresa a la que limpia escaleras), y no sé, una manita de minio al pájaro-jaula (pa los planos cortos) que es lo que hacen ellos con el puente de Brooklin... Lo cabrón va a ser lo del sexo teniendo los niños de vacaciones, y después los ensayos... Bueno, y ahora que estamos revisando la historia con Alemania... (1,3 kikis dice la estadística que echamos por semana será en Puertatierra). Qué tontería esto del cine...