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VUELTA DE HOJA

Banderas y banderitas

Ha sido pródiga España en patriotas elementales sin pies ni cabeza, pero en este momento histórico abundan más los que se basan en las extremidades inferiores. Las hipotecas de julio serán las más caras y el Euribor ya bate su propio récord y se sitúa en el 5,3, pero nunca ha estado más arriba el orgullo nacional. Un grupo de muchachos habilidosos y conjuntados están deslumbrando al orbe futbolístico y han llegado, por tercera vez en la historia, a jugar la final de una Eurocopa. Desde que Quevedo miró los muros de la patria suya nunca se habían visto tantas banderas en los balcones.

MANUEL ALCÁNTARA
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Una gran cosecha de patriotas ha florecido regada por los goles de nuestra selección y hasta a Luis Aragonés se le ha puesto facha de apóstol. Gentes que no tiene nada de qué enorgullecerse han salido a la calle a exhibir su orgullo. Unos tiraban cohetes y otros tiraban por la calle de en medio tocando compulsivamente el claxon de sus coches. Hay que agradecerle al fútbol el trasvase de alegría, sobre todo en momentos de depresión. ¿Qué importa que Bruselas nos reclame un serio ajuste para evitar el déficit, si la luminosa selección le ha ajustado las cuentas a Rusia? El éxito es curativo, además de ser irrefutable. Lo único que tiene de malo es que para tenerlo exige el fracaso de los demás.

Se paralizarán las ciudades y los corazones mañana domingo cuando caíga la tarde. Nos puede caer el título de campeones o se nos puede caer el mundo encima, pero nadie nos puede quitar la trayectoria. La pasión por el deporte exige un cierto grado de infantilismo, pero quizá no sea deseable perderlo. Si nuestros muchachos le ganan a Alemania, aunque las pasen moradas, se bordarán muchas banderas rojigualdas y nos creeremos que somos los mejores del mundo. Cosa que puede ser cierta, a condición de no compararnos con nadie.