La obligada defensa
Actualizado:o es la primera vez que en esta columna me refiero al asunto del idioma en este santo país. No puedo pasar por alto la iniciativa de un grupo de llamados intelectuales, para defender al castellano como lengua nacional y evitar el éxito de los estúpidos políticos llamados nacionalistas que intentan convertir el español en una lengua casi proscrita. Los hispanohablantes son más de 450 millones en todo el mundo, la fuerza y la presencia del idioma español es ya enorme en Estados Unidos y Europa. Y resulta que aquí, en la madre patria, es una lengua maltratada por unos pocos ignorantes que creen ganar réditos políticos imponiendo lenguas cooficiales y castigando el uso del castellano. Ni siquiera voy a nombrarlos -todos sabemos quiénes son- pero las pretensiones de los cuatro pelagatos nacionalistas no han debido contar jamás con el beneplácito del Gobierno Central. Pero aún no es tarde para cortar de una vez por todas las exigencias idiomáticas de unos pocos catalanes, mallorquines, vascos, valencianos o gallegos. Desde el respeto a las lenguas cooficiales y a las políticas lógicas que las salvaguarden, desgraciadamente se nos está obligando a defender al castellano como lengua oficial de España. Si es necesario modificar la Constitución pues que se modifique, que no pasa nada por actualizar las reglas del juego. Es más, yo diría que es necesaria su revisión global para cambiar puntos como la Ley Electoral, en gran parte origen del actual estado de cosas. Le animo a leer el manifiesto que entre otros suscriben Mario Vargas Llosa, Fernando Sabater, Albert Boadella y Alvaro Pombó. Es sencillo, conciso, correcto pero también contundente. Supongo que se articulará alguna manera para que cualquier ciudadano de a pie pueda adherirse a esta iniciativa por compartir lo que en ella se defiende. A ver si los del Caiga quien Caiga inquieren a Montilla, presidente catalán nacido en Andalucía, sobre este manifiesto. Me temo que la blandura socialista responderá con talante y diálogo, ¿no les parece? Qué pena.