Otra legislatura
Las derrotas parlamentarias sufridas por el Gobierno en torno a su gestión de la crisis económica, que han coincidido con la finalización del primer periodo de sesiones tras el 9-M, han evidenciado la debilidad que amenaza la insuficiente mayoría de que disponen los socialistas en el Parlamento. El desequilibrio de la pugna en el PP a favor de Mariano Rajoy y la determinación de éste de desplegar una oposición más posibilista, procurando en lo posible el entendimiento con los mismos nacionalistas con cuyos apoyos puntuales contaba Rodríguez Zapatero para poder gobernar sin las ataduras de su primer mandato, abren la expectativa de una legislatura mucho menos predecible que lo que resultaba la anterior por efecto de la crispación. Por de pronto, los primeros traspiés del Ejecutivo y la reivindicación de los mismos por parte del PP como un éxito de su nueva labor opositora desmontan dos de los axiomas que definieron los últimos cuatro años. El primero, que la capacidad de diálogo exhibida por los socialistas y la incomodidad que suscitaba en el resto de los grupos la férrea estrategia de los populares bastaban al Gobierno para asegurarse la estabilidad que no podía garantizarle una minoría más exigua que la actual; y el segundo, que el énfasis con que la dirección de Rajoy está subrayando su cambio de actitud cuestiona que el aislamiento de la formación conservadora fuera fruto exclusivamente de la voluntad de los demás de hacerle el vacío.
Actualizado: GuardarLa aspiración del PP de recuperar el centro político oficializada en el congreso de Valencia se produce en concurrencia con una modulación de los discursos y las políticas del Ejecutivo, obligado a lidiar con una imprevista crisis económica que complica su margen de actuación parlamentaria y decidido a apaciguar aquellos debates -la lucha antiterrorista y el modelo de Estado- que pudieron mermar sus opciones electorales la pasada legislatura. El resultado de ambos movimientos debe traducirse en una actividad parlamentaria más rica que permita el contraste riguroso entre los criterios del Gobierno y los del conjunto de la oposición. Pero, sobre todo, en una disposición sincera por parte de los dos principales partidos a propiciar una nueva etapa de diálogo y negociación que ayude a restañar las heridas provocadas en el sistema democrático por cuatro años de absoluto distanciamiento y que permita encarar aquellas cuestiones que precisan del concurso de socialistas y populares; esto es, el discurso unívoco de unidad contra ETA, el encauzamiento de las diferencias territoriales, la reordenación de la Justicia, el acuerdo sobre las prioridades de la política exterior, la solución del problema del agua y la búsqueda del consenso en aquellas reformas estructurales de la economía. La identificación previa de esos objetivos compromete tanto a Rodríguez Zapatero como a Rajoy a fin de dotar de contenido a la esperada entrevista que celebrarán en breve.