Oportunidad

ras las razonables lamentaciones y las necesarias protestas que todos hemos proferido por el cúmulo de desaciertos que se han sucedido durante esta desgraciada temporada, no tenemos más remedio que encararnos con la triste realidad y disponernos a reflexionar con el fin de identificar las causas y los causantes de unos errores que han tirado por tierra las ilusiones alimentadas, sin duda alguna, de una forma exagerada. Es necesario que, cuanto antes, se emprenda la senda de la recuperación del tono vital y que, en la medida de lo posible, se adopten las medidas saludables que proporcionen las energías que hagan posible el restablecimiento de un organismo que está gravemente dañado. El descenso de categoría puede -debe- brindarnos la oportunidad para restaurar un edificio que, desde hace tiempo, daba unas evidentes muestras de ruina porque sus cimientos se desmoronaban de forma progresiva. Ahora ya no sirven los parches ni los remiendos. Ésta es, a mi juicio, la ocasión propicia para renovar a los consejeros, para sustituir el equipo técnico y para rejuvenecer la plantilla. Tengo la impresión de que, al menos durante las últimas cinco temporadas, hemos estado más preocupados por elevar la altura de un inmueble casi centenario que por ahondar y por robustecer su cimentación. Éste es el momento adecuado para inyectar una mayor dosis de afición a los empresarios que configuran la directiva, y de aumentar el porcentaje de realismo a la afición que constituye la masa social. Estamos convencidos, además, de que esta coyuntura se debería aprovechar para equilibrar la plantilla dotándola de un mayor número de futbolistas aficionados. Ya sabemos que, en el fútbol actual, se necesitan profesionales cualificados en cada una de sus parcelas, pero a condición de que, en la práctica, demuestren que están identificados con el color que defienden. Directiva, técnicos, jugadores y afición hemos de ser realistas y reconocer que el Cádiz actual es un equipo de la Segunda División B.