Comedia a la israelí
Todo calculado por los grandes guionistas y actores llamados Ehud Olmert y Ehud Barak? ¿Comedia al servicio de conveniencias políticas y aún personales? Lo que parecía el martes una crisis inminente, tras la amenaza del primer ministro Olmert de echar del Gobierno a los ministros laboristas si el Labor votaba a favor la primera lectura de un decreto para terminar la legislatura, se quedó en casi nada y probó la destreza táctica de unos cuantos actores cuyo único punto en común es impedir elecciones anticipadas que ganaría el Likud de Benjamín Netanyahu.
Actualizado: GuardarEl artificio es ingenioso: si Olmert es finalmente imputado por un presunto delito de corrupción, dimitirá (como ha prometido) y si no lo es, él provocará una elección primaria en su partido, el Kadima (centro-derecha) no más tarde del 25 de septiembre. Y aquí está el truco de fondo: si las pierde será sustituido por un correligionario y la coalición, basada en el arreglo Kadima-Labor se mantendrá tal vez un año más. Casi nadie se ofende por estas cosas en Israel cuya clase política y partidaria carece de escrúpulos a la hora de abordar y resolver las crisis y formar los Gobiernos (de inevitable coalición) en un Parlamento tribalizado como ninguno en el mundo: doce partidos se reparten los 120 escaños, de los que Kadima cuenta con 29 y los laboristas con 19, bajo una ley electoral estrictamente proporcional.
Barak, quien ya fue primer ministro y quiere serlo de nuevo, tiene mucho que ganar aunque ahora sólo gane tiempo. Su partido, decisivo durante décadas, es ahora el tercero en la preferencia popular y solo algún éxito de importancia alteraría su precariedad. En Kadima, obra del desaparecido general Sharon como escisión del Likud, tiene muchas papeletas en la rifa para relevar a Olmert la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, quien desea sustituirle con una prisa que en Europa parecería un poco impúdica. Sea como fuere, la fórmula da, en teoría, un verano tranquilo y deja las cosas en manos de la fiscalía, de una parte, y de los militantes de Kadima de otra. Barak no tiene nada que perder y solo deberá lidiar las divergencias que este 'approach' suscita de todos modos entre los laboristas, que andan errantes de un lado a otro en los últimos años incapaces de autoafirmarse en días de aflicción.