José Luis Rodríguez Zapatero y María Teresa Fernández de la Vega, ayer, durante la sesión de control al Gobierno. /EFE
ESPAÑA

El Gobierno busca ahora acuerdos estables para aliviar su soledad

Los socialistas reclaman a Zapatero mayor iniciativa política para contrarrestar el giro al centro del Partido Popular

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La estrategia de presentarse como un partido sin hipotecas con los nacionalistas hace aguas. El Gobierno y el PSOE ansían ya llegar a un acuerdo de legislatura con Convergència i Unió (CiU) como socio preferente o, en su defecto, con el Partido Nacionalista Vasco (PNV).

El secretario de Organización socialista, José Blanco, admitió ayer que el principal objetivo de los suyos es forjar alianzas «estables» en el Parlamento y firmar pactos de Estado con el Partido Popular. Buscan una estrategia con la que neutralizar la foto de un Ejecutivo solitario, patente en las dos últimas semanas parlamentarias.

El hecho de que sea Blanco el que haga este reconocimiento público no es menor. Suya fue la decisión de ir en solitario a la elección de Bono como presidente del Congreso, primero, y a la investidura del propio José Luis Rodríguez Zapatero, después.

La explicación que ofrecieron entonces tanto él mismo como el Gobierno se apoyaba en que si había sido fácil gobernar sin pactos cerrados cuando su mayoría era más exigua, ahora que sólo les faltan seis diputados para llegar a la mayoría absoluta no debía ser más complicado. El tiempo les ha desmentido.

En el Ejecutivo y en la dirección del PSOE achacan los revolcones parlamentarios del último mes a la coyuntura económica. Es lógico, dicen, que en un momento en el que los ciudadanos perciben dificultades todos quieran aparecer como los más reivindicativos frente al Ejecutivo.

Así justifican que el PP recabara el apoyo de las demás formaciones a su moción para paliar las consecuencias del alza en los precios de los hidrocarburos o que todos los grupos reclamaran, frente a unos socialistas solitarios, la comparecencia de Rodríguez Zapatero en el Congreso para hablar de la crisis.

Muchos dirigentes admiten que el problema va más allá y que ha llegado el momento de asumir que las relaciones con las distintas fuerzas parlamentarias no pueden ser ya las de la anterior legislatura. Sobre todo, porque hay un nuevo PP más dialogante y centrado.

Pero también porque antiguos socios como IU o ERC sienten cierto recelo hacia un PSOE que los ha fagocitado al acumular el voto 'antipepé'; porque el PNV está en «campaña electoral» y los socialistas son sus principales rivales y porque CiU no perdona que el PSC esté en el poder, pese a no haber ganado las elecciones.

Pesimismo

El diagnóstico puede variar, pero la receta es idéntica para la inmensa mayoría de las fuentes consultadas: urge un entendimiento con los nacionalistas catalanes. «El problema es que es que es poco probable que pueda alcanzarse», subrayan en la dirección del grupo parlamentario.

Los socialistas asumen que CiU, «más por presión de Convergència que por voluntad de Unió», exigirá un precio demasiado elevado a cambio de su apoyo, cosas como que se descabalgue de la Generalitat al PSC o que se intervenga en cuestiones que afectan a su gobernanza.

En la dirección socialista tratan de restar relevancia a la situación y se aferran a que, hasta ahora, los traspiés no han tenido trascendencia real. Insisten en que lo importante es sacar adelante las leyes y cuentan con que cuando llegue el momento de negociar los Presupuestos Generales del Estado, el primer gran reto a la vuelta del verano, tanto CiU como el PNV adopten una actitud responsable y posibilista.

Aunque las mociones o las proposiciones de ley no sean más que una declaración de intenciones, su éxito o su fracaso sí tienen fuerza simbólica y sirven para desgastar al Ejecutivo.

La prueba es que el PSOE ha tratado de neutralizarlas sumándose a ellas en algún caso o, como ocurrió el martes, pidiendo la comparecencia de Rodríguez Zapatero a petición propia cuando había votado en contra en la Junta de Portavoces.

Discurso político

Dirigentes clave tanto en la cúpula del partido como en la del grupo advierten de que también el Gobierno se tiene que «poner las pilas» para paliar con un «discurso potente» las carencias que se han puesto de manifiesto en el Parlamento. Y más a la vista de que el asunto tiene difícil solución.

Fuentes socialistas defienden que el Ejecutivo ha hecho todo lo que debía ante las dificultades que se le han presentado, sean la crisis o las huelgas de transportistas y pescadores. Ahora bien, admiten que ha fallado la «política con mayúsculas».

Ahora que la economía está en el centro del debate, se percibe más que nunca que PSOE y PP compiten por un mismo espacio. Las opciones de un partido de Gobierno ante una crisis son limitadas. «Por eso -subrayan- no podemos permitirnos el lujo de que la discusión se centre en cuestiones técnicas; hay que buscar un relato con carga ideológica»